CAPÍTULO 27
MONSERRAT
La mañana estaba más luminosa de lo habitual, o al menos yo la sentía así. Quizás era la emoción del viaje familiar lo que me tenía con esa energía que hacía que hasta el doblar la ropa pareciera una tarea alegre. Estaba en mi habitación, frente a la cama cubierta de prendas, neceseres, y un par de zapatos que no terminaba de decidir si llevar o no.
Me encantaba ese momento previo a las vacaciones: el de organizar cada cosa, prever detalles y acomodar con paciencia. Mientras doblaba una blusa azul, pensé en la conversación pendiente que tenía con Irina. No podía esperar más para darle la noticia.
Tomé el teléfono y marqué su número. Tardó apenas unos segundos en contestar.
—¡Montse! —exclamó con ese tono suyo tan entusiasta—. ¿Qué hacés?
—Estoy terminando de armar la valija, ya sabes, mañana salimos temprano hacia la playa con mis abuelos —respondí, acomodándome sobre la cama.
—¡Qué suerte! Yo todavía no sé si voy a viajar a algún lado este verano…¡me encantari