JULIAN
El premio por haber ganado mi primera carrera no podía ser más simbólico: un auto cero kilómetro, un modelo de gama media, pero para mí era como si me hubieran dado un cohete. Era mi primer coche, el primero que realmente podía llamar mío. Cuando me entregaron las llaves esa mañana, no pude ni esperar a probarlo en serio. Cinco minutos después ya estaba en la carretera, rumbo a la ciudad de Monserrat.
Quería sorprenderla. Tenía la necesidad urgente de compartir ese logro con ella. Desde que crucé la meta en la carrera su imagen se me repetía en la cabeza: su sonrisa, su manera de mirarme orgullosa, sus palabras de aliento.
Conduj