MONSERRAT
La tarde se prestaba perfecta para estudiar. El sol entraba suavemente por la ventana del departamento, y el murmullo lejano de la universidad apenas nos alcanzaba. Bruno estaba sentado a mi lado en la mesa del comedor, rodeado de libros abiertos, apuntes desordenados y tazas de café que ya se habían enfriado. Habíamos empezado con la intención de concentrarnos únicamente en preparar el próximo examen, pero como pasaba casi siempre, nuestras conversaciones terminaban desviándose hacia temas mucho más profundos.
—Eres muy misteriosa, ¿sabes? —me dijo Bruno con una sonrisa ladeada mientras hojeaba uno de los manuales—. A veces siento que todos en la universidad sabemos menos de ti que de cualq