Alexander
Las luces del despacho de la firma estaban apagadas, salvo por la tenue luz que se filtraba desde la ventana. La ciudad dormía, pero aquí dentro, el reloj seguía su marcha implacable. Y yo, como siempre, no podía permitirme un descanso. El teléfono en mi escritorio vibró, cortando el silencio como una explosión.
La pantalla mostraba un mensaje de Mia.
"Podemos hablar mañana de eso. No quiero mezclar trabajo con lo personal."
La línea entre ambos mundos era delgada, y ella lo sabía. Pero en su mensaje, algo me hizo detenerme. El hecho de que me evitara, de que no aceptara mi invitación a continuar