Mia
La noche transcurre entre sonrisas forzadas, manos firmes y miradas cargadas de significados no dichos. Las conversaciones se convierten en ecos distantes mientras la habitación se va llenando de una quietud incómoda. Yo, por supuesto, soy una excelente actriz. Lo he sido toda mi vida. Pero esa mirada de Alexander, esa forma en que su presencia lo invadía todo, hacía que me costara mantener las apariencias. Mi pulso acelerado, la sensación constante de que me estaba observando, sentía como si estuviera expuesta, sin protección.
Me siento al borde de una línea invisible, casi a punto de cruzarla. Pero algo me detiene. No sé si es la amenaza implícita en sus palabras o el deseo de mantenerme firme en mi postura, en mi control. Pero sé que algo ha