CAPITULO 54: REFUGIO Y CELOS.
El aire nocturno de la ciudad golpeó el rostro de Nick como un recordatorio de la realidad que acababa de dejar atrás. No fue a su apartamento. No podía. Las paredes vacías y el silencio solo amplificarían el eco de las palabras envenenadas que habían volado en la oficina de su padre. En su lugar, condujo como un autómata, con las manos aún temblorosas por la adrenalina y la rabia contenida, hasta los imponentes portones de la mansión Moretti.
Giorgio fue quien abrió la puerta de servicio, alertado por las cámaras. No llevaba el uniforme completo, solo un pantalón de jogging y una camiseta, pero su mirada era tan alerta como siempre. Al ver a Nick, su expresión neutral se quebró con una pizca de sorpresa.
— ¿Nick? ¿Todo bien? —preguntó, su voz un rumor bajo en la noche silenciosa.
Nick se veía destrozado. Pálido, con los ojos enrojecidos y una profunda fatiga grabada en cada línea de su rostro. Empapado por la lluvia, el olor a sudor seco y el leve aroma metálico de la pólvora que aún