La ciudad seguía murmurando las acusaciones de la familia De la Riva. Los medios repetían sus palabras como un eco molesto. Pero esa mañana, un coche negro con vidrios polarizados llegó a un pequeño hotel en las afueras, donde los De la Riva se habían alojado en secreto tras su rueda de prensa.
Del vehículo descendieron Sasha y dos hombres del círculo de Darian. Tras revisar la seguridad del lugar, dieron paso a la figura que todos temían: Aelin Vólkov.
Lucía impecable, con un traje oscuro y un dossier de cuero en la mano. Sus tacones resonaron en el suelo del salón privado del hotel mientras los De la Riva se incorporaban con nerviosismo.
—¿Qué significa esto? —preguntó el señor De la Riva, intentando sonar firme.
Aelin dejó el dossier sobre la mesa y lo abrió lentamente.
—Significa que se acabó su teatro.
Dentro del dossier había fotografías, documentos y transcripciones. El señor De la Riva palideció al ver la primera: una imagen de él en compañía de un hombre buscado por ase