Capitulo 118 Lunaria

El amanecer en Viena llegó silencioso, envuelto en una neblina dorada. La ciudad despertaba con lentitud, mientras los primeros rayos del sol se filtraban entre las cortinas del hotel.

Aelin se levantó temprano. Apenas había dormido.

Toda la noche había pensado en la llamada del fraile y en aquellas palabras que se habían quedado grabadas en su mente:

“Abrir solo cuando la luna y la verdad coincidan.”

En el tocador, junto al espejo, descansaban tres cosas: la carta de su madre, el sello de plata de los Asturias, y el documento del Consejo que la nombraba Guardiana.

Aelin los observó un momento, como si fuesen piezas de un rompecabezas que al fin comenzaban a encajar.

Darian se acercó por detrás, en silencio.

—No dormiste nada —dijo con suavidad.

—No podía —respondió ella, mirándose en el espejo—. Es curioso… por años busqué saber quién era. Ahora que lo sé, siento que apenas empiezo a vivir.

Darian la abrazó desde atrás, apoyando el mentón en su hombro.

—Porque por fin no lu
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