El eco de la “Mesa de Reconciliación” aún flotaba en los noticieros. El sillón vacío que Aelin había dejado se había convertido en símbolo: para algunos, soberbia; para otros, independencia. Celeste y sus padres adoptivos habían ganado atención, pero el impacto todavía no era absoluto.
Esa mañana, sin embargo, la tensión cambió de bando. En las redacciones comenzó a circular un rumor: Aelin Valtierra —o Aelin, simplemente— convocaba a una conferencia de prensa. Las especulaciones estallaron: ¿sería un ataque contra Celeste? ¿Un intento de recuperar el apellido? ¿Una rendición? Nadie estaba preparado para lo que realmente traería esa jornada. En su oficina, Aelin repasaba una carpeta gruesa. Dentro, actas notariales, copias de donaciones, hemeroteca digitalizada, balances de la Fundación Valtierra en los años más oscuros. Documentos sellados, con firmas que no podían ser discutidas.