El salón estaba iluminado solo por la luz de las pantallas. Aelin, vestida con pantalones de cuero negro y camiseta ajustada, se inclinaba sobre la mesa táctica mientras Sasha proyectaba el mapa en 3D de la zona industrial.
—El objetivo se llama Adrian Koves —informó Sasha, con tono seco—. Dueños de media docena de empresas fantasma que sirven para lavar dinero de Arkenis. Es uno de los principales financiadores de Leonard.
Aelin lo observó en la imagen: un hombre corpulento, de barba descuidada, mirada arrogante y un anillo de sello en el dedo meñique. —¿Y su rutina?
—Cambia cada tres días, pero siempre termina en el mismo sitio: el edificio Zenith. Piso 19. Oficina privada, por la mañana, revisa operaciones de seguridad, porque cree que nadie se atrevería a tocarlo allí.
Aelin sonrió apenas. —Perfecto.
Sasha amplió la proyección. —Entradas principales bloqueadas por guardias armados. Cámaras en cada pasillo. Y un ascensor con código biométrico.
Aelin pasó los dedos por e