Aelin caminaba entre jardines exteriores del Museo Real, donde se llevaba a cabo la inauguración de una nueva exposición financiada por su Fundación Renacer. Iba acompañada de Sasha, dos guardaespaldas discretos, y varios asistentes de prensa que la seguían a distancia con flashes y cámaras.
Vestía un traje color marfil con bordes dorados, minimalista pero majestuoso. El cabello recogido en una trenza alta que dejaba ver su cuello expuesto.
La multitud se agolpaba alrededor, intentando acercarse, tomar una fotografía, cruzar una palabra. El ambiente estaba controlado… al menos eso parecía.
—Hora de retirarse, en diez minutos —le susurró Sasha al oído, mientras recorrían el perímetro.
Aelin asintió. —Solo una ronda más por los jardines. Es una buena imagen para los medios.
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Y en ese momento una sombra se desliza por los techados.
Desde una ventana del edificio lateral, cerrada al público, alguien había instalado un rifle de precisión equipado con un silenciador. El tirado