El sonido del motor se apagó lentamente frente a la casa, dejando tras de sí un silencio espeso. Adrián había pasado gran parte de la mañana fuera, intentando darle a Miranda el espacio que necesitaba para aclarar sus pensamientos… y los suyos también. Pero el descanso que buscaba nunca llegó.
Bajó del vehículo con el cuerpo pesado y el pecho oprimido por una mezcla de cansancio y ansiedad. No había dormido en toda la noche. La había llamado una y otra vez, y cuando finalmente contestó, su voz sonó serena, pero distante… como si algo dentro de ella se hubiera roto. Le dijo que volvería, aunque sin precisar cuándo. Esa incertidumbre lo había consumido por horas.
Ahora, al ver la puerta principal entreabierta, un presentimiento oscuro le recorrió la espalda. Algo había pasado. Algo más.
Entró con cautela, procurando no hacer ruido. El silencio en la casa era denso, casi tangible, cargado de una tensión que no lograba descifrar. Dejó las llaves sobre la consola y avanzó hacia la sala.
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