Capítulo 13. El juego por la libertad.
Ella decidió que fingiría. Fingiría sumisión, complacencia, docilidad. Le haría creer a Adrián que había ganado, que ella aceptaba las reglas del juego. Y mientras tanto, construiría en silencio su plan de escape, tejiendo cada hilo con paciencia, como quien borda un manto invisible.
Era un riesgo enorme. Significaba convivir con él, sonreír cuando quería gritar, bajar la mirada cuando deseaba desafiar. Pero sabía que era la única manera de vencerlo.
Cerró los ojos y respiró hondo.
—Haré que crea que soy suya —susurró en voz apenas audible—. Y cuando menos lo espere… seré libre.
Decidida, Miranda salió de su cuarto y bajó las escaleras.
Miranda descendió las escaleras con un porte sereno, aunque por dentro ardía una tormenta. El vestido de seda acariciaba sus pasos, envolviéndola con un aire etéreo. En su rostro se dibujaba una calma que no era rendición, sino estrategia. Había aprendido a usar las armas invisibles: el silencio, la paciencia, la apariencia de obediencia.
Adrián la esp