Hombres De Manhattan #2 ¿Quién diría que el destino de Alex Hardy estaba en una isla del Atlántico? Pero lo descubrió de la manera más increíble, metiéndose en los turbios asuntos de Diego Gómez cuando se despierta en una isla remota y casi desierta en medio de la nada, con una extraña de aspecto angelical encima de él, mirándolo con extrema curiosidad. Poco tiempo después, supo que Abigail Ward significaba problemas en mayúsculas. Por supuesto, ella no era un ángel celestial ni nada por el estilo, era el diablo mismo.
Ler maisEn ese momento, todo era mágico.
No había dolor.
No había recuerdos tortuosos.
No existía nada.
Solo existía la grandiosa y regordeta boca de la morena de ojos verde que estaba hincada frente a mí y el placer que esta me proporcionaba.
―Vamos, nena, sé que puedes llevarme más profundo―Tomé su cabeza y se la incliné hacia arriba para poder mirarla mientras me la tragaba―Tienes unos hermosos ojos, como los de una gata en celos...
Gemí echando la cabeza hacia atrás, cuando sentí que su garganta vibraba.
Me encantaba.
Ese momento cuando estabas en el limbo del placer. Cuando te encontrabas a solo un paso del orgasmo y se te olvidaba hasta tu nombre.
Claro que eso era un arma de doble filo, porque, aunque ese sentimiento te hacía sentir catatónico y exultante; también te dejaba vulnerable ante las acciones de otros.
En un momento estaba en el cielo de los placeres más carnales, y al otro me encontraba tumbado boca abajo, con una rodilla en mi espalda y mis brazos doblados de una manera poco cómoda.
―Ah... Sabía que te gustaría la boca de Desiré―Comentó una voz frente a mí.
―Bueno―Comencé a decir tratando, en un vano intento, de levantar la cabeza hacia mi hablante―Pudieron aparecer unos minutos después. Ahí podría darte la razón, aunque no lo estaba haciendo nada mal...
―Hmm, señor Hardy. Déjeme decirle que no está en posición de hacerse el chistoso.
―Depende de quién sea la persona a la que le hago de bufón.
Fui levantado de un solo movimiento por dos hombres, mientras la voz que me hablaba, tomaba forma de una persona que no esperaba conocer en estas circunstancias.
Mi cabeza giró hacia mi izquierda debido a la tremenda cachetada que me propinó la mujer, que, hasta hacía unos minutos, gemía alrededor de mi polla.
―No te quieras pasar de listo con mi amo―Gruñó la mujer.
―Tranquila, cariño. Quiero que tus uñas sigan intactas para lo que tengo planeado luego.
― ¿Dejas que tu mujer se la chupe a cualquiera? ―Pregunté burlón.
Por debajo del ala de su sombrero blanco, sus ojos brillaron con diversión, mostrando sus blanquísimos dientes, mientras magreaba el culo de la morena.
― ¿Mi mujer? ―Rio a carcajadas mientras los hombres que me sostenían lo acompañaban en el chiste―No te puedo negar que es una de mis favoritas, tú entiendes lo que quiero decir. Pero ni de lejos esta sería mi mujer...
Lo miré con gesto impasible mientras sacaba un cuchillo y una pistola.
―Creo que aún no nos hemos presentado―Me miró fijamente, pasando la punta del cuchillo por su labio inferior―Aunque creo que me conoces Diego Gómez, ¿Te suena de algo?
Oh, mierda.
―La falta de color en tu rostro me dice que si―Borró la sonrisa mientras se acercaba―Te dije que dejaras de buscar lo que no se te había perdido.
―Mataste a tu propio hijo―Le escupí las palabras en la cara.
―Esa escoria de ser viviente se lo merecía. Se lo dije a Sanders y a su mujer. Favor con favor se paga. Quité la mierda que le estaba obstaculizando la vida a esa chica, logré llevar tranquilidad en sus vidas y ahora están felices. ¡Juntos! Y vienes tú queriendo sacar a la luz, cosas que deben permanecer en la oscuridad ¿Qué crees tú que debería hacer contigo?
―No sé de qué estás hablando―El corazón me palpitó al ver como paseaba el cuchillo por mi cuello―Pero eres un criminal y los criminales deben estar en la cárcel.
― ¿Debo recordarte que soy el líder del cartel tres lunas? ¿Tienes idea de con quién te estás metiendo?
Sentí el cuchillo en mi tráquea y después algo caliente correr cuello abajo.
―Te hundiré, te llevaré a la cárcel y quemaré toda tu maldita droga frente a tus narices.
― ¿Sabes? ―Me miró con aire pensativo―Tienes espíritu, muchacho. Pero está manchado con penas y tristezas. Pensaba matarte y quitarme tu nariz respirándome en la oreja de una vez por todas. Pero sería muy fácil.
Retiró el cuchillo de mi cuello y se alejó unos pasos de mí.
―Desiré, guarda su polla flácida otra vez en sus pantalones y límpiale la sangre del cuello.
―Si, amo.
La mujer corrió a hacer lo que se le pidió mientras yo sentía que una sensación incierta crecía en mi interior.
―Por más que creas que soy lo peor de la vida―Volteé a mirarlo mientras sentía un paño húmedo en mi cuello―En realidad soy un romántico empedernido, algo así como cupido.
― ¿En serio? ―Comenté irónico.
―No tienes idea de cuánto―Sonrió diabólicamente―Así que he decidido darte una segunda oportunidad. Te daré una tarea con la cual, esperemos, te distraigas lo suficiente como para que te olvides de mí.
―Pues mejor me vas matando―Dije con los dientes apretados.
―Ya dije que sería muy fácil. No, mejor te doy una muestra de mi romanticismo―Me miró ahora serio―Arthur Ward. Ese el hombre que buscas. Comparado conmigo, ese sí es un verdadero monstruo.
―Ah... ¿Así que tú no eres un asesino? ―Pregunté mordaz.
―Mira chico, yo no he dicho eso. Pero si asesino, es para quitar del medio a gente que no sirve. Gente vergonzosa que nadie comprende para qué vinieron al mundo. ¿Pero este señor? ¿Arthur Ward? Ese solo mata para tener poder, él si está enfermo. Tu misión es desenmascararlo y hundirlo.
―Yo no voy a recibir órdenes de un tipo como tú, yo jamás...―Desiré se atravesó en mi campo visual, interrumpiéndome.
―Dulces sueños, gatito...
Sentí un golpe fuerte en mi sien y todo se volvió negro.
Ya después no supe nada.
Unete a mí en la nueva entrega de esta entrañable saga. Christopher Royce tuvo una vida dura desde sus inicios, lo que lo llevó a ser una persona retraída y sería. Esto se agrava aun más después de un hecho que marcó su vida, por lo que Christopher se decide a enfocarse solamente en su trabajo, volviéndolo aún más solitario de ser posible. Hoy en día, solo confía en un par de personas pues se le hace imposible volver a abrirse una vez más. Lleno de rencor, desconfianza y cansado con la vida que lleva, acepta el regalo que su mejor amigo le hace para su cumpleaños: Un viaje a Hawaii. Lo que Christopher no espera, es que este vi
Un año después en algún lugar del Atlántico. ― ¿Tienes los anillos? ―Pregunté a Mark. ―Por enésima vez, si―Respondió este exasperado. ― ¿Por qué tarda tanto? ―Dije caminando ansioso por el altar. ―Amigo, vistes de blanco, ¡Deja de moverte tanto! ―Exclamó mi padrino mirándome molesto.
Miraba el bulto inerte a mis pies sin poder creerme que aquello realmente había sucedido. ― ¿Es en serio? ―Pronuncié sin dirigirme a nadie en específico, ya que la única persona conmigo, se encontraba desmayada ante mí. Acerqué mi pie derecho hasta el estómago de Alex y lo moví suavemente para ver si reaccionaba, pero ni eso funcionó. ―Alex, despierta ya―Dije sin conseguir ninguna respuesta. Puta mierda, sí que estaba nervioso.Veía detrás del telón la capilla donde mi hermana se casaría en pocos minutos, las espaldas de los invitados sentados en los bancos de la iglesia y... Ninguna de esas espaldas era de Abigail.¿Iba a venir? ¿Cambiaría de opinión en el último minuto? ¿O estaría escondida buscándome, así como yo lo hacía con ella?―Pareces una adolescente acosand33 ALEX
―Ah, mierda―Murmuré mirándome al espejo. El tipo que me devolvía la mirada no se parecía en nada al que yo conocía. Lucía demacrado, ojeroso, había perdido peso y en su mirada se veía mucha tristeza. Eso es lo que más resaltaba entre todo, desafortunadamente no había mucho qué hacer para cambiar ese hecho. Salí del baño apagando la luz, cerrando la puerta detrás de mí y sorprendiéndome cuando me encontré con mamá y mi hermana en mi oficina. ―Bueno―Comenzó a decir mi madre mirándome con ojo crítico―Al menos se quitó la barba. ―Ya no parece un indigente―Estuvo de acuerdo Alessia asintiendo. ― ¿Qué demonios quieren? ―Dije yendo hacia mi escritorio y sentándome ante él―Por si no lo notan, estoy trabajando. ―Siempre estás trabajando―Espetó mamá cruzándose de brazos―Dime, Alex ¿Cuándo fue la última vez que estuviste en tu apartamento? ―Ayer lo hice―Murmuré apartando la vista. ―Mamá se refería a la última vez q
― ¿Estás bien así?―Si.― ¿Estás segura? Puedo colocarte otra almohada si lo deseas―Siguió insistiendo.―Alex―Le corté la diatriba diaria―Estoy bien, estoy cómoda, no necesito nada más.Me miró serio fijamente unos segundos antes de bajar la mirada, girarse y salir de mi habitaci&oacut
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