3 ABBIE

―Y entonces me dijo que tuviese algo de dignidad... ¿Cómo se supone que deba actuar, Peter?

Mi amigo plumífero bateó sus alas en forma de respuesta.

―Si, ya sé que no he mostrado mi mejor actitud, pero me pone nerviosa ¿Sabes? Cada vez que veo sus ojos, mis manos tiemblan y mis pensamientos se dividen―Expliqué confundida.

Peter saltó de mis piernas y comenzó a correr mientras piaba fuerte, haciéndome reír aun estando frustrada como me sentía.

―Como me gustaría entender lo que dices, tal vez esa sería la respuesta que necesito...

Me arrebujé en el tronco del Manzano del cual mi espalda se apoyaba, y mordí mi cena, mientras mis pensamientos seguían en el hombre que había llegado en la mañana.

Alex era... Muy guapo.

Me sonrojé al recordar lo que sentí cuando nos abrazamos en la cueva del río, y traté mejor de enfocarme en lo que vino después.

Me hizo rememorar el pasado, cuando tenía nueve años y visitaba al abuelo.

Él siempre me regañaba hasta por respirar y eso me molestaba mucho, ni siquiera me dejaba ver televisión en las dos horas que papá me llevaba a esa casa tan fría y aburrida.

Además, ¡Se quería comer mis pollos!

No me quise ni imaginar cuando viera a Pumba, a George y a Flipper.

Esperaba que no pensara en comérselos también, de lo contrario tendría que mandarlo de regreso a Nueva York, nadando.

Aparte, había otro conflicto en mi interior que me inquietaba aún más que el pensamiento de mis amigos siendo comidos.

¿Cómo quería Alex que me comportara? Esa era una pregunta de la cual no conocía la respuesta.

Al ver que había alguien en el bote, me había sentido feliz, ya que al fin tendría compañía en este lugar, y sabía que probablemente yo actuaba un poco descontrolada delante de él, pero era algo que no podía evitar.

¡Habían sido doce años de soledad!

Pero ahora ya sabía que no debía andar por ahí desnuda o con poca ropa, como él había pedido, pero ¿Acaso no era mejor pedirlo que gritarlo? Yo pude haber acatado mejor su sugerencia, si no hubiese estado insultándome antes.

Un pensamiento algo tremendo, se me vino a la cabeza.

Alex no se parecía en nada a ninguno de los chicos que salían en las revistas que solía leer.

Él tenía una sonrisa ladeada, muy bonita, y sabía que era muy conocida. Pero al fin y al cabo era muy atrayente, al igual que el vello que rodeaba su boca, el cual hacía que mi mano picara por querer tocarlo.

También era muy alto, tanto, que tenía que inclinar la cabeza hacia atrás para poder verlo a la cara.

― ¿Abigail?

Me sobresalté apenas escuché mi nombre, y sintiéndome agradecida porque estuviera oscuro y no pudiera verme la cara totalmente colorada, me levanté para enfrentarlo.

―Dime―Murmuré echando a un lado lo que quedó de la manzana.

― ¿No crees que es algo tarde? Es decir, está muy oscuro aquí y de seguro estás cansada...

―Apenas son las 7:30, Alex―Expliqué pasando a su lado―Pero si tienes sueño, ya busco algunas sábanas para que prepares la cama.

Me negué a mirarlo nuevamente y a detallar cuán bien le quedaba la ropa que le había dejado, y me dispuse a seguir caminando a la casa.

―Espera.

Tomó mi codo haciendo que me detuviera y me volteó hasta quedar de frente.

―Primero quiero disculparme―Dijo viendo la arena―Sé que ya lo hice, pero esta vez realmente lo siento y quiero que sepas que intentaré tener algo más de tacto cuando hable contigo.

―Creo que el disculparte no es algo a lo que estás acostumbrado―Comenté, incomoda por su contacto.

Rio suavemente, provocando en mí, que, aún por debajo de la tela del suéter, los vellos de mis brazos se pusiesen de punta, así que jalé mi brazo para liberarlo de su agarre.

―Por favor, no sigas molesta conmigo ¿Sí?

Me miró fijamente, y aún en la oscuridad, pude ver cómo sus ojos brillaban por la intensidad de su mirada.

―Está bien―Suspiré apartando la mirada y girándome para ir de vuelta a la casa―Pero para la próxima, si quieres sugerirme algo, dilo amablemente. No me gustan los gritos.

―Está bien.

Juntos, caminamos en silencio hasta la fogata, aunque suponía que cada uno estaba con los pensamientos en otra parte.

O al menos así me pasaba a mí.

Sentía los nervios a flor de piel por tenerlo tan cerca y eso me incomodaba, realmente lo hacía.

Aunque tal vez se debía a lo nuevo que era para mí el tener a alguien conmigo.

Había estado rodeada de animales en los últimos doce años, así que se podía deber a eso, el que yo me sintiera tan obnubilada ante su presencia.

― ¿Qué acostumbras a hacer en el día? ―Preguntó, sacándome de mis pensamientos.

―Pues me levanto al alba―Comencé a decir sin dejar de caminar ―Desayuno, estudio un poco, paseo, busco comida, alimento a los chicos, estudio un rato, me baño, ceno y leo hasta que me da sueño.

― ¿Y al día siguiente otra vez la misma rutina? ―Preguntó sorprendido.

―Si.

Reí ante su expresión tan cómica.

―Deberías ver tu cara―Dije yendo a la fogata―Es muy divertida.

―Es que no me creo que hayas estado haciendo la misma rutina por tantos años...

―Es cuestión de costumbre―Me encogí de hombros y me senté ante el fuego.

Él se sentó a mi lado, muy cerca.

―Pues creo que será muy difícil para ti cuando nos vayamos de aquí.

― ¿Sigues con la boba idea de que nos van a rescatar? ―Pregunté cansina―Alex, no lo harán.

―Si lo hará―Insistió molesto―Así que ve pensando en nuevos hobbies para cuando eso suceda.

Nos quedamos un rato en silencio, viendo las llamas y el sonido de los troncos crepitar al ser devorados por el fuego.

― ¿Cómo es que estás tan seguro? ¿Acaso ves el futuro o algo así? ―Cuestioné un rato después, sin voltear a mirarlo.

―No, el futuro no. 

Se levantó y se quitó el suéter y se arrodilló a mi lado.

Le iba a preguntar qué estaba haciendo, cuando tomó mi mano y colocó mis dedos sobre su bíceps izquierdo.

― ¿Sientes ese pequeño bulto? ―Murmuró sobre mi mejilla.

―Si―Susurré, petrificada al sentir su cálido aliento recorrerme desde la mejilla hasta mi oreja.

―Ese es un localizador, pequeña. Se activa cuando duro más de 24 horas sin reportarme, pero es un secreto ¿Bien? No le puedes decir a nadie que tengo eso en mi interior.

Me alejé un poco para mirarle a la cara.

― ¿Por qué es peligroso?

―Porque es una tecnología muy costosa y poco conocida―Sus ojos bajaron a mi boca―Podrían hacerme mucho daño solo para hacerse con mi chip de rastreo.

Oh...

―Si, oh...

El aire se me atascó en los pulmones al notar cómo su cabeza bajaba lentamente y su lengua se asomaba entre sus labios para humedecerlos y quedar a pocos centímetros de los míos.

―Abigail―Susurró.

― ¿Hmm?

Detuvo su acercamiento y me miró sorprendido.

¿Pero sorprendido por qué?

―Tengo hambre...

― ¿Qué? ―Pregunté desconcertada.

―Dios mío, tengo muchísima hambre.

Se alejó de mí, levantándose y vistiéndose de nuevo, y se dirigió a la casa, caminando lo más apresurado que podía.

Noté que volvía a caminar cojeando y eso me preocupó un poco, tal vez se había golpeado nadando en el río con alguna piedra o quizás cuando llegó temprano yo lo lastimé mientras lo jalaba hacia la casa.

Lo seguí cuando vi que entraba y me detuve en la puerta al ver que revisaba otra de las cajas que había en el lugar.

― ¿Qué buscas? ―Pregunté curiosa, pero sin atreverme a acercarme mucho.

―Algo que me calme el eh... El hambre.

Sacó varias bolsas de comidas chatarra y un tarro que ni sabía que existía.

― ¡Santo cielos! ―Exclamó entusiasmado― ¡Tienes Nutella! ¡De aquí me iré rodando!

―Puedo notar que eres muy goloso―Dije al ser testigo de cómo veía el chocolate―Nunca paras de comer...

―No me puedes decir que no te gusta el dulce―Me miró sorprendido―Es como decir que no te gusta la música ¡Todo el mundo canta algo!

―Pues no sabría decirte, mamá no me dejaba comer esas cosas...

―Tú mamá ya no está, Abigail.

Me quedé en silencio mientras sus palabras calaban hondo en mi pecho.

Sabía que ya no estaba, yo misma había presenciado su muerte.

―Perdóname, Abbie. Es decir, Abigail...

―No te preocupes―Lo interrumpí―Y olvida lo que dije en lo referente a mi diminutivo, me gusta cómo suena.

― ¿Entonces sí puedo llamarte así? ―Preguntó sonriéndome tímidamente.

―Creo que es lo justo―Respondí entrando―Llegué a la conclusión, que de dónde vienes es muy común acortarse el nombre.

― ¿Tus padres jamás te apodaron o te redujeron el nombre?

―Ambos eran muy estrictos―Expliqué sacando sábanas y almohadas de un cajón―Para ellos era Abigail y punto. Al igual que para mí ellos eran madre y padre.

―Debió ser muy duro para ti...

―Claro que no. Es decir, me llevaban a pasear por todos los países ya que papá quería que estuviéramos con él, conocí muchas culturas y muchos idiomas. Eso me gustaba.

―Pero lo hacías a través de un cristal ¿O me equivoco?

Me detuvo cuando acomodaba su cama y me empujó hasta que nos sentamos sobre esta, obligándome a hablar sobre mi niñez.

―Pues no te equivocas, tal vez pudo haber sido más divertido, pero no íbamos a esos lugares por vacaciones sino por su trabajo. De igual manera, yo tenía que estudiar y por eso siempre estaban mis tutores.

Me miró en silencio un rato, escaneando mi cara en busca de algo.

―Entonces... ¿Jamás has probado la Nutella? ―Preguntó.

Agradecí que cambiara de tema, el anterior no me hacía feliz.

―Jamás―Respondí sonriendo.

―Tal vez sea hora de que lo hagas.

Me levanté como un resorte y fui hasta el exterior.

―Tal vez otro día, ya es hora de dormir―Comenté alejándome.

Me detuve un instante en la puerta y me giré para verlo.

Él subió la vista hasta mi cara, luciendo un poco avergonzado.

¿Qué había estado viendo para verse tan culpable?

― ¿Alex?

―Dime.

― ¿Lo he estado haciendo bien?

― ¿El qué? ―Preguntó confundido.

―El comportarme―Respondí―Dijiste que actuara como una mujer de mi edad. Realmente no sé cómo se comporta alguien de 25 años, pero quiero que sepas que intento con todas mis fuerzas el cambiar eso que no te guste.

Me miró con sorpresa y se levantó para acercarse a mí.

―Abbie, mi intención no era esa...

―Pero yo quiero hacerlo, Alex.

― ¡No! ―Exclamó sobresaltándome― Eso no está bien, las personas cambiamos porque queremos, no porque los demás lo desean.

―Pero yo te quiero agradar...

―Pequeña―Se acercó tanto que tuve que alzar la mirada―Si no le agradas a una persona mostrándote tal como eres, sencillamente mándala a la mierda.

―No digas...

―Groserías en tu casa―Me interrumpió sonriendo―Lo sé, pero realmente Abbie, jamás hagas lo que los demás digan solamente para encajar, eres perfecta tal y como eres ¿Bien?

― ¿Entonces por qué me pediste que cambiara mi ropa? ―Cuestioné confundida.

Sus manos tomaron mi cara y trabó su mirada con la mía.

―Porque tienes tetas, culo y coño, cariño. Por eso―Explicó―Si tuvieras polla al igual que yo, no me importaría en lo más mínimo que anduvieras en pelotas, pero eres una mujer muy hermosa y deseable y las cosas que deseo hacer contigo no son para nada respetables...

―Sé lo que es culo ―Murmuré notando como sus ojos brillaban― Pero no sé lo demás―Lamí mis labios resecos, pero no me pude apartar de su contacto.

Sus ojos me tenían hechizada.

Alex respiró profundamente y unos segundos después me soltó, alejándose unos pasos de mí.

―Santo cielos, el hambre me ha regresado...

Volvió a darme la espalda y fue a la cocina, interponiendo la barra entre los dos y comenzando a abrir bolsas de papas y otras cosas.

― ¿Por qué siempre que te acercas a mí dices lo mismo?

―Porque de lo contrario haría cosas que no debería. Y no―Me interrumpió cuando abrí la boca―No preguntes qué cosas son esas, no creo que estés preparada para escucharlo.

―Bien―Resignada, me giré―Me iré a lavar los dientes, ya es mi hora de dormir.

Salí rápidamente, escuchando cómo se devoraba la comida empaquetada y hui ante la tentación de querer probar lo que a él tanto le gustaba.

He de decir, que me alegraba el hecho de que Alex no deseara cambiar lo que era, y que solo buscaba ayudarme a lo que sea de lo que él me quería proteger.

Sonreí feliz, mientras corría feliz a la parte trasera de la casa en donde tenía agua del río para el uso de la casa, y procedí a cepillarme.

Para el día siguiente tenía una tarea importarte que realizar.

Debía desempolvar el diccionario y encontrar las definiciones de Tetas, coño y polla.

El vocablo de Alex era muy extenso y poco familiar para mí y ya no me apetecía seguir siendo ignorante en los tópicos que él siempre sacaba a relucir.

Era difícil llevarle el ritmo, pero estaba segura que encontraría la manera.

Y después le exigiría que me explicara eso sobre eso de lo que él no me debería hacer, solo era cuestión de que me tomara confianza.

Ya después... Lo lograría.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo