Luego de insistir por algunos días, Dayana logró convencer a Liliana de ir al baile de graduación. En un inicio, la joven se encontraba entusiasmada, este sería un momento único, ella llegaría de la mano de Gabriel, este sería el adiós a un lugar que pocas cosas buenas le había dejado.
Liliana había imaginado ese momento, ella soñaba con una noche perfecta, una pieza de baile, un beso y el reconocimiento de sus demás compañeros. Claro, eso solo era en su sueño, pero le gustaba a aspirar, a que sus compañeros por fin la vieran con algo más que lástima. Incluso se llegó a imaginar que su padre se sentiría orgulloso de ella, puesto que presentaba mejoría, incluso hasta novio tenía y no cualquier novio. Gabriel era un hombre hecho y derecho, incapaz de faltar a su palabra, honesto, honrado e inteligente como ningún otro; además, claro estaba, él era amoroso, cariñoso y respetuoso, tal cual un padre quisiera para su hija. Todas esas ilusiones y fantasías, hoy se veían esfumadas, debido a la ausencia y el silencio de Gabriel. Por años, Liliana había añorado los vestidos que su madre usó un día, cuando casi tenía su edad. Hoy que se miraba en el espejo, todo aquello le parecía simple y sin vida. Hoy se había puesto un poco de color en las mejillas y labios, se había enchinado las pestañas, pero por más que trataba de sonreír en el espejo, se sentía apagada. La sonrisa que practicaba se nublaba con lágrimas que secaba con pañuelos, como en la película “We Crashed” para no arruinar lo poco que había logrado arreglar. - Lili, mi cielo, ¿Estás visible? -dijo Tina tocando la puerta de su habitación. Liliana, con voz un poco ronca, respondió: - Este… ¡Sí, adelante! Acto seguido, Tina abrió la puerta y se llevó las manos a la boca de la impresión. - ¡Mi niña! ¡Estás preciosa! - ¡Gra... ¡Gracias, Tina! Es bueno ver que alguien nota un poco esto… - ¡Lili, hermosa! Dime una cosa, ¿Quién no notaria lo bella que eres? Algún día conocerás a alguien que vendrá por ti en su auto y te llevará así de preciosa a cenar. Ya lo verás, este baile no es el fin del mundo, ya vendrán muchos más… Aquellas palabras de consuelo, se le clavaban como dagas afiladas en el pecho, llevaba poco más de un mes sin saber nada de aquel que, un día, le prometió una pieza romántica en su baile de graduación. - ¡Tina! -dijo Liliana soltándose a llorar. Olvidando por completo el poco maquillaje que se había puesto. - ¡Mi niña! ¿Qué tienes? ¿Por qué estás así? Tú normalmente eres más sonriente conmigo, ¿Qué te sucede? - ¡Tina! Yo… Yo quería… Yo quería que esto fuera diferente, yo imaginaba esto… esto, diferente… Tenía tantas ganas de… ir, ahora… No, no sé por qué voy… -dijo Liliana entre lágrimas y tartamudeos. - Mi niña, sí, precisamente, yo te vi muy ilusionada con este baile, mírate, estás hecha una princesa. Cualquier chico pondría los ojos en ti, eres una mujer muy bella, incluso puedo pecar de sincera, pero te pareces tanto a tu madre, no, qué va, eres aún más bella… Aquellas palabras, lejos de consolarla, la hacían sentir peor, ¿De qué le servía verse bien? ¿De qué le servía ese vestido? Si la persona que la había impulsado a usarlo, hoy no podría verlo, no llegaría en su fabuloso deportivo negro, no le diría que se ve hermosa, no le daría un beso. - Tina… Creo que mejor no voy al baile de graduación, mejor me quito el vestido antes de romperlo y me acuesto a dormir. Day, seguro irá con ese novio misterioso que tiene, yo no quiero hacer mal tercio. -dijo la chica poco a poco calmándose. - Niña Liliana, ya estás vestida, ya estás maquillada, no puedes darte por vencida, así como así. Es momento de que vayas y luzcas esta belleza que pocos días tenemos oportunidad de ver. Esta noche, es tu noche, hoy puedes bailar hasta que no puedas más, ¿Quién dice que tal vez tu príncipe azul no aparezca ahí? -dijo Tina tratando de darle ánimos a la chica. Tina no lo sabía, pero esas palabras sonaron mágicas en la cabeza de Liliana, ¿Qué tal si tenía razón? ¿Qué tal si, llegando al baile, Gabriel le daba la sorpresa? ¿Qué tal, si tal como en otras ocasiones, decía que no llegaba y la sorprendía? Ella casi pudo verlo, en la entrada del colegio, vestido con su elegante traje color negro y un bello ramo de rosas color lila. - ¡Tie... Tienes razón, Ti… Tina, tal vez sí voy, tal vez sí es… es mi noche… - ¡Esa es la actitud! ¡Anda! ¡Límpiate esas lágrimas! ¡Vamos! Te ayudo a componer lo que se arruinó con esas lágrimas… Luego de unos minutos, Liliana Cedeño recibió un mensaje de texto de Dayana. - “¡Anda, amiga! Te veo fuera de tu casa, no quiero toparme con tu padre y me vea feo. Liliana salió de casa, no hubo halagos, no hubo fotografías, solo una mansión silenciosa y el sonido de sus zapatillas pisando los elegantes pisos de mármol. Esto era completamente diferente a lo que había imaginado, pero la noche apenas comenzaba, así que con una sonrisa dibujada en el rostro salió de casa y, por un segundo, su estómago sintió cómo un montón de mariposas revolotearon. El auto de Gabriel estaba ahí, estacionado, ella tomó aire, sintió cómo sus pulmones se llenaban por completo; sin embargo, la bella sonrisa que había dibujado se esfumó al ver bajar al conductor. - ¡Anda, Day! ¡Vamos, que si no la fiesta se va a terminar! —dijo Dayana haciéndole señas de subir al auto. - ¿Qué? ¿Qué haces con el auto de… de Gabriel? -preguntó Liliana, aún pensado que en cualquier momento Gabriel aparecería y le daría la sorpresa. - Hmm… ¡Lo tomé prestado! ¡No creo que le importe! ¡Anda sube ya! -dijo Dayana en un tono que Liliana no supo cómo descifrar. Liliana observaba a su mejor amiga, ella lucía hermosa en aquel vestido rojo sangre que era capaz de llamar la atención de cualquiera. - Day, ¡Luces, hermosa! - Lili, ¡Tú también luces hermosa! Y lo sabes, ¿Verdad? - No, eso no es verdad, el vestido es bello, pero, yo, yo sigo siendo la misma cara fea. - ¡Anda! ¡Ánimo! Sé que las cosas no están sucediendo como deberían, pero, esta es la última noche como estudiantes de preparatoria. Mañana será nuestra graduación, tu vida y la mía, cambiarán por completo una vez saliendo de este lugar. - Es… Es solo que, bueno, Gabriel ve… Vendría conmigo… -dijo Liliana con voz quebrada. Dayana sabía perfectamente bien lo que sucedía, pero tal como en días pasados, prefería hacer como si nada ocurriera. Solo quería evitar el dolor a su amiga de saber la cruda verdad. Este, como todos los días desde que Gabriel se fue y se volvió silencioso, vivía con el remordimiento de haberlos presentado. - ¡Vamos! ¡Ánimo! Mira, nos detendremos en aquel estacionamiento, traigo mi maquillaje, arreglaremos lo que esas lágrimas han estropeado, nos iremos al baile y nos la pasaremos bien, tal como la hemos pasado en todo el tiempo que llevamos de conocernos. ¿Qué te parece? - Day… Dayana hizo caso omiso de lo que su amiga pensara, luego se estacionó frente a un hotel que se encontraba cerca del salón donde sería el evento. Ambas jóvenes descendieron del auto, Dayana sacó su bolsa de cosméticos y comenzó a maquillar a su amiga, luego de unos minutos, Liliana lucía acorde al vestido que llevaba puesto. - Lili, no cabe duda, ¡Eres la viva imagen de tu mamá! -dijo Dayana con orgullo. - Day, siempre dices lo mismo… - ¡Listo! ¡Vámonos! Que a esta velocidad llegaremos cuando todo haya terminado. Lo que ninguna de las dos jovencitas vio, fue que, a escasos metros, un elegante hombre observaba la escena con curiosidad e interés. - ¿Señor Howard? Vamos, el embajador lo espera en el salón… - ¡Oh! Tienes razón, una disculpa, es que me pareció ver a una vieja conocida. - No se preocupe, vamos… ¿Quiere que mande al personal a buscar a la persona que vio? - ¡No! No, no se preocupe, vamos, no hagamos esperar al embajador. Tras unos minutos más en auto, Liliana y Dayana, llegaban al salón donde sería el evento. Liliana no lo decía, pero aún mantenía la esperanza de ver a Gabriel, ¿Era un deseo tonto? Tal vez, pero ella aún creía en las historias que veía en las películas como “She's all that”. - ¡Anda, Lili! Es momento de bajar del auto y divertirnos… -dijo Dayana emocionada y con una amplia sonrisa. Liliana descendió del auto. Su vestido era de un gris vaporoso con detalles en pedrería negras, aquel, junto a su pálida piel y cabello oscuro, le daban una imagen etérea que, no pasó desapercibida. Varios compañeros que llegaban al baile de graduación, voltearon a verla, ella se sentía intimidada por las miradas, pero no sabía cómo descifrarlas, así que, ante aquella situación nunca antes vivida, se aferró al brazo de Dayana, quien la tomó de la mano y dijo: - Lili, esta noche, ¡Olvidémonos de todo y divirtámonos como nunca!