- Señor Garza, fuera de la oficina esta la señora Quintana, dice que quiere verlo y que no se irá hasta que hable con usted.
Gabriel se quitó los lentes y con cansancio, dejó caer su espalda en el respaldo de su asiento.
- Al parecer esta mujer no piensa dejar de insistir, ¿Verdad?
La asistente de aquel hombre lo miró con resignación y movió la cabeza negativamente.
- ¡Esta bien! Déjala pasar y que nadie me busque en la próxima hora. Creo que esta será una larga charla. -dijo el hombre sobándose la sien.
- ¡Esta bien, señor! Cualquier cosa, solo llámeme y traeré a seguridad… -dijo la joven un tanto preocupada.
- ¡Tranquila, Mary! No creo que sea capaz de hacer tonterías… -dijo Gabriel tratando de calmar a su asustada y preocupada asistente.
Después de ello, no paso ni un minuto cuando una mujer completamente diferente a lo que Gabriel recordaba cruzó el umbral de su puerta.
- ¡Gabriel, necesitamos hablar! -dijo Frida en un tono exigente.
- ¡Adelante! Cierra la puerta… -dijo el hombre c