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Capítulo 6: Entre la bruma del deseo

Capítulo 6: Entre la bruma del deseo

El sol comenzaba a ocultarse tras las montañas que bordeaban el río, tiñendo el cielo de un rojo intenso, como si el mismo firmamento se preparara para un espectáculo íntimo y ardiente. Julia y Sebastián caminaban en silencio por la orilla, sintiendo cómo la humedad del aire se mezclaba con el calor que les provocaban sus propios cuerpos. Sus manos se rozaban con una electricidad sutil pero imposible de ignorar, una corriente que atravesaba su piel y les hablaba en un lenguaje que solo ellos entendían.

El murmullo constante del agua, mezclado con el canto lejano de las aves y el suspiro del viento entre los árboles, creaba una melodía natural que parecía escrita para ellos, un acompañamiento perfecto para el momento que se avecinaba.

Sebastián se detuvo de repente, como si de pronto el tiempo se hubiera congelado solo para ellos. Con delicadeza, tomó el rostro de Julia entre sus manos, su pulgar rozando suavemente su mejilla. Sus ojos oscuros y profundos se encontraron con los de ella, y en esa mirada hubo un mundo entero de sentimientos que no necesitaban palabras para ser entendidos. Era una tormenta contenida, una pasión que amenazaba con desbordarse y arrasar con todo a su paso.

—Julia —susurró Sebastián, su voz grave y temblorosa—, no puedo negar lo que me haces sentir. Cada instante a tu lado es un fuego que arde sin descanso, una llama que consume y al mismo tiempo me da vida.

Ella cerró los ojos, dejando que su aliento se entremezclara con el suyo, sintiendo cómo sus labios se entreabrían, invitando a lo inevitable. La sombra de sus pestañas dibujaba la promesa silenciosa de lo que estaba por venir, ese momento en que todo quedaría al desnudo, sin miedo ni reservas.

Sus cuerpos se buscaron, se encontraron en un abrazo intenso y desesperado. Las manos recorrían pieles, los latidos se aceleraban, y la bruma que descendía lentamente del río los envolvía como un manto secreto, un refugio donde solo existían ellos y la promesa de un deseo profundo.

Las horas se desvanecieron entre susurros y caricias, mientras la noche se hacía dueña del cielo y la luna, testigo silente, alumbraba su encuentro con una luz plateada que parecía bendecir ese instante sagrado.

Cuando finalmente se dejaron caer uno junto al otro, abrazados y exhaustos, la realidad había cambiado para ambos. La pasión había encendido una chispa que ninguno estaba dispuesto a apagar. El amor, ese misterio que los había unido sin previo aviso, comenzaba a escribir su historia con tinta indeleble.

—¿Y ahora qué? —preguntó Julia, con la voz aún temblorosa, llena de una mezcla de temor y esperanza.

Sebastián la miró con una sonrisa ladeada, acariciando lentamente su espalda, como si quisiera grabar cada detalle de ese momento en su memoria.

—Ahora —respondió con calma—, solo queda dejar que este deseo nos guíe. Porque contigo, Julia, cada día es una promesa y cada noche una aventura que vale la pena vivir.

Ella suspiró, sintiendo cómo el calor de sus palabras se extendía por todo su ser. Sabía que el camino no sería fácil, pero con él a su lado, estaba dispuesta a enfrentar cualquier tormenta.

Y así, entre la bruma del deseo y la certeza del amor, comenzaron a escribir su propia historia. Una historia que ni el tiempo, ni la distancia, ni las dificultades podrían borrar.

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