El día amaneció gris, con nubes bajas que parecían presagiar lo que estaba por venir. Julia y él habían pasado la noche sumidos en un sueño compartido, donde la cercanía y la pasión habían borrado cualquier rastro de miedo. Pero el mundo exterior no entendía de sus promesas ni de su deseo; tenía sus propias reglas, y esta vez, se acercaba con fuerza.
Al llegar a la oficina del imperio familiar, el multimillonario notó de inmediato la tensión en el aire. Los empleados caminaban con pasos apresurados, miradas furtivas y susurros que no pasaban inadvertidos para alguien acostumbrado a leer los gestos de todos a su alrededor. Julia lo seguía de cerca, percibiendo la inquietud que comenzaba a apoderarse de él.
—Algo no está bien —murmuró, apenas audible mientras avanzaban por el pasillo principal.
En su despacho, los informes confirmaron sus sospechas: un proyecto clave estaba en peligro. Competidores inescrupulosos habían conseguido información confidencial y la estaban usando para intent