Tras el trágico accidente que le arrebató a su prometido y derrumbó todos sus sueños, Evelyn deberá luchar para seguir adelante a pesar del dolor y de su corazón roto. En medio de esa batalla, conoce al único hombre que ha logrado mover el piso bajo sus pies en mucho tiempo, Nathan Müller. Su aparición la impulsará a tomar la decisión que marcará un nuevo rumbo en su vida. Dispuesto a todo por ella, Nathan enfrentará sus propios demonios y hará lo necesario para ganarse un lugar en su corazón.
Leer másEstaba en primera fila bailando al ritmo de Stille[1], una de las canciones de la agrupación de rock alternativo Abgrund[2] en la que mi prometido Jake era el baterista. No me perdía ninguno de sus conciertos, lo apoyé desde el inicio y me sentía orgullosa de lo que habían alcanzado hasta entonces. Comenzaron presentándose en bares donde no recibían ni un centavo, pero pronto fueron ganando fama y esa noche estaban dando su primer concierto en un lugar bastante conocido en Hamburgo. Se vendieron casi trescientos boletos.
Conocí a Jake en un mercado artesanal, estaba mirando los bolsos tejidos cuando escuché su risa. Volteé y lo vi rodeado de otros chicos, todos vestían de una forma muy peculiar, estilo punk rock, con camisetas oscuras y pantalones raídos. Su cabello estaba pintado de azul en las puntas y su brazo derecho estaba cubierto de tatuajes que, desde la distancia, no pude apreciar bien. Cuando nuestras miradas coincidieron, algo dentro de mí se sacudió, nunca me había sentido así por nadie. Volví mi atención a los bolsos tratando de disimular mi interés, pero con la mente en aquel chico de pelo azul que me había provocado mariposas en el estómago.
—Hola, soy Jake. —Escuché decir detrás de mí un momento después. Y di un pequeño salto. No tenía idea de que se acercaría. Me puse tan nerviosa que, cuando me giré, tumbé algunos aretes y varias pulseras al suelo. Me incliné para levantar lo que había tirado y comencé a levantarlo. Jake me ayudó y pusimos todo en la mesa.
—Yo lo arreglo, tranquila. —Enunció la vendedora cuando vio que intentaba organizarlo como antes.
—Gracias. Lo lamento mucho —dije sintiendo como mi cara se ponía roja. Estaba tan apenada, por lo general, no era así de torpe—. Gracias a ti también, no tenías que ayudarme. —Miré a Jake, que estaba a menos de un metro de mí, y sentí un revuelo en mi estómago. Él tenía unos ojos preciosos color caramelo y me mostraban una mirada dulce y gentil.
—Es lo correcto, fue mi culpa por asustarte. Quería invitarte a un toque que tendremos esta noche a unas calles de aquí. ¿Te gusta el rock? Vi que nos mirabas y pensé que podía interesarte —pronunció hablando con rapidez. Y solo por eso dejé de sentirme tan abochornada, no era la única nerviosa.
—Sí, me encantaría. —Acepté sin pensarlo. Él era un desconocido, un muy atractivo desconocido. Me encantaron sus ojos y la forma de sus labios. Me pregunté cómo se sentirían sobre los míos. ¿Serían suaves?, ¿serían cálidos?
—Inicia a las ocho, aunque estaremos ensayando antes. ¿Quieres acompañarnos?
Él es un desconocido, Evelyn. Puede ser una trampa. Dijo una voz en mi interior, pero no le hice caso y acepté irme con él. Jake no me pareció un mal tipo. Y no estuve equivocada.
Así fue como todo comenzó, ese fue el día que conocí al amor de mi vida. Un hombre bondadoso, romántico, apasionado, fiel y cariñoso que me hacía muy feliz. Estábamos enamorados, lo que teníamos era verdadero, a pesar de que mi madre dijera que solo era un capricho, que todo lo que quería era avergonzarla estando con un «vagabundo». Ella no lograba ver más allá del estatus social de Jake, para Elise Decker, la cantidad de ceros en la cuenta bancaria es más importante que tener un buen corazón. Así la criaron y así pretendió criarme a mí, pero no logró influenciarme, al contrario, su forma de ser me hizo detestar la vida elitista de la que ella tan orgullosa se sentía. Yo no sería como Elise jamás. Mi plan de vida no incluía casarme con un millonario que me diera una «buena vida», llena de lujos y carente de amor. Porque ella, por mucho dinero que poseyera, no era feliz. Nunca lo fue. Su único propósito en la vida era amargarnos la existencia a mis hermanos y a mí.
—¡Eso fue perfecto, amor! —Me abalancé sobre él sujetándome de sus brazos y le di un beso en la boca. Me había encontrado con Jake detrás del escenario, los demás miembros de la banda también estaban ahí. Burke, el bajista, junto a su novia Adisson, y el resto recibiendo atención de algunas fans que se acercaron a ellos. Eran buenos chicos, no unos «drogadictos adoradores de Satán», como los llamó Elise.
Jake puso sus manos en mis caderas y sonrió.
—Veo que te gustó. —Miré sus ojos color caramelo y le sonreí. Mi Jake era muy atractivo, delgado, con músculos definidos, no muy marcados. Su mandíbula cincelada estaba salpicada por vellos cortos, poseía una nariz perfilada, ligeramente torcida en la punta a causa de un golpe que se ganó en una pelea, y sus ojos pequeños estaban enmarcados por cejas oscuras y pobladas. Su cabello natural era castaño oscuro y muy sedoso, aunque en ese momento lucía gomoso por el gel que yo misma le apliqué, me encantaba peinarlo. Él me superaba en estatura por más de quince centímetros.
—¡Me encantó! Se escucharon genial, amor. Estoy tan orgullosa de ti y de todos. Ya los imagino recorriendo el mundo, dando enormes conciertos y siendo perseguidos por un montón de groupies[3].
—¿Sí? ¿No te pondrás celosa y posesiva si un montón de chicas empieza a seguirme?
—No, entenderé que quieran ir por ti, eres un sexy baterista y el sueño húmedo de cualquier mujer. —Paseé mis manos por su pecho y las llevé hasta detrás de su nuca.
—¿Intenta algo conmigo, señorita Decker?
Fruncí el ceño, odiaba que usara ese apellido. Ansiaba que llegara el día de nuestra boda y poder cambiarlo por el suyo. Señora Braun, me encantaba como se escuchaba. Teníamos un año viviendo juntos, pero los dos queríamos oficializar nuestra relación y planeábamos casarnos pronto.
—Oigan, vengan aquí, tengo una gran noticia para compartir —gritó Adler, el vocalista de la banda, y todos nos acercamos hasta donde él estaba. Jake, Adler, Burke, Herman, Addison y yo. Adler estaba sonriendo, era evidente que tenía algo bueno para contar—. Me acaban de llamar, lo hemos conseguido. Logramos el contrato discográfico.
—¡Oh, Dios mío! ¡Sí! —chilló Addison saltando a los brazos de Burke. Él la sujetó y compartieron un beso apasionado.
—Felicidades, amor. Sabía que lo lograrías. —Abracé a Jake sintiéndome muy orgullosa de él y de todos. Eran muy buenos, se merecían ese contrato, habían luchado duro por conseguirlo.
—Gracias, mi vida. Gracias por creer en mí, por estar aquí, por amarme… —declaró con calidez. Su voz sonaba rasgada, como si estuviera llorando o a punto de hacerlo, y logró conmoverme. Era un hombre muy sensible y emocional, había nobleza en su alma; fue eso lo que me enamoró de él, era eso lo que quería que mi madre viera, pero ella solo se fijó en su apariencia y su procedencia, nada más le importó. Sus padres eran personas sencillas, él bombero y ella maestra. Lo amaban.
Mis hermanos no eran como Elise o como mi padre. Ellos, a pesar de ser hombres exitosos y prósperos, no vieron a Jake por encima del hombro cuando lo conocieron.
—Siempre estaré a tu lado, Jake. Siempre, amor. —Compartimos un cálido abrazo y después nos separamos para felicitar a los demás. Todos estaban emocionados y felices, su sueño se había convertido en realidad. Eran muy unidos, crecieron juntos como banda y se volvieron grandes amigos.
Más tarde, después de que Jake guardó su batería en la furgoneta de Burke, nos despedimos de todos y salimos del local con planes de ir a cenar. Hice una reserva en Fiori, un restaurante italiano propiedad de mi hermano Sebastian, el chef era un antiguo empleado de la familia al que le tenía mucho aprecio. Necesitaba decirle algo importante a Jake y quería que fuera en un lugar especial.
El clima era cálido, estábamos en medio del verano, mi estación favorita del año, pero no la de mi prometido. Él prefería el frío que el calor. Caminamos de la mano hasta su motocicleta, una Ducati antigua que le heredó su padre cuando cumplió quince años. La amaba, era un tesoro para él y la tenía muy bien cuidada.
Jake me besó en los labios y me puso el casco antes de subirse a la moto y ponerse el suyo. Él era muy cuidadoso con la seguridad, y más tratándose de mí.
Cuando me subí, le rodeé el torso y puso la motocicleta en marcha. Fiori no quedaba muy alejado de donde estábamos, a solo cinco minutos o menos, y comencé a sentirme nerviosa. Estaba llegando el momento de darle la noticia más importante de nuestras vidas.
—¡Cuidado, Jake! —grité cuando vi un auto viniendo desde la vía contraria, dirigiéndose a nosotros por un costado. Él intentó esquivarlo, pero el vehículo traía mucha velocidad y nos golpeó. Los dos salimos disparados de la motocicleta. Sucedió tan rápido que no me dio tiempo de decir o hacer nada más.
Cuando recobré la conciencia, estaba rodeada de paramédicos que me atendían y me hacían preguntas, pero yo apenas pude decir una palabra: «Jake», lo único que quería era saber de él. Mas no pude mantenerme despierta para escuchar una respuesta.
Cuando reaccioné otra vez, estaba en una habitación helada, con aparatos pitando a mi alrededor y el cuerpo dolorido.
—Jake —murmuré con la voz rasgada. Quería saber dónde estaba y en qué condiciones se encontraba. ¿Se había salvado?
Mi corazón se contrajo ante la posibilidad de haberlo perdido. Esperaba que estuviera a salvo. Era mi mayor deseo.
Una doctora se acercó al escucharme. Usaba máscara, gorro quirúrgico y guantes. Repetí el nombre de Jake con voz decadente. Sentía una profunda agonía que dolía más que todo mi cuerpo, que no sería calmada con ninguna dosis de medicamento. La doctora se presentó como Jane Pierce y me dijo que necesitaba hacerme unas preguntas antes. Asentí y respondí cada interrogante que planteó. Recordaba todo, no sufrí ninguna lesión que afectara mi memoria. Ella siguió con la evaluación y, al terminar, me explicó que, además de los golpes que sufrí en distintas partes de mi cuerpo por la caída, tenía una fractura en la pierna izquierda que requirió una operación urgente, y que me mantendrían en cuidados intensivos como prevención.
—¿Y el bebé? —pregunté atemorizada. Sabía que, por mis lesiones, la esperanza de que sobreviviera eran muy pocas, tenía solo ocho semanas de embarazo. Esa era la gran noticia que iba a darle a Jake, estaba tan ilusionada de contarle que esperábamos un hijo.
—Lo siento mucho, no lo logró.
Sentí mi corazón rompiéndose en pedazos y comencé a llorar. Había perdido a nuestro bebé. Mi cuerpo se sacudió por el llanto y un dolor agudo se irradió por todo mi cuerpo. Dolía, dolía muchísimo.
—¿Y Jake? ¿Él ha… él ha sobrevivido? —pronuncié entre sollozos que acrecentaban mi dolor físico. La doctora dijo que no sabía nada de él, pero que trataría de averiguarlo. Y decidió sedarme porque estaba muy intranquila.
La siguiente vez que abrí los ojos, el dolor se había atenuado, pero seguía ahí, recordándome que todo era real, que no se trataba de una terrible pesadilla. Miré a un costado y vi a Sebastian a mi lado. Sus ojos grises estaban cargados de preocupación, tenía manchas oscuras en tono violeta debajo de los párpados. Se veía cansado.
—¿Qué sabes de Jake? —Fueron mis primeras palabras. Ya había perdido a nuestro bebé, necesitaba saber si el hombre que amaba seguía con vida—. Sebastian —insistí casi sin aliento cuando no obtuve ninguna respuesta suya. Él más que nadie podía comprender mi angustia.
—Lo siento, Eve. No… No ha sobrevivido —dijo con tristeza, no era una noticia que quería darme. Él me amaba, no deseaba que sufriera, siempre me había cuidado y protegido.
—¡No! ¡No, no, no! ¡Dios, no! —grité y rompí en un llanto desolador y aplastante. Toda mi vida se desmoronó en segundos. Todas mis ilusiones me fueron quitadas cruelmente.
—Lo siento mucho, Evelyn. Lo lamento mucho, pequeña —murmuraba acariciándome la cabeza.
—Debí morir con él, no quiero una vida sin Jake —pronuncié en medio de mi dolor. Estaba atravesando un infierno que consumía mi alma. Sentía que me desgarraba por dentro, que me quitaban el corazón a pedazos.
Sin Jake, mi vida perdió todo el valor.
Sin Jake, vivir no tenía sentido.
[1] Silencio.
[2] Precipicio.
[3] Fan de un músico, celebridad o agrupación musical.
NathanCuatro años después¡Una niña! ¡Soy papá de una pequeña y hermosa princesa que me ha robado el corazón! Tres kilos cuatrocientos gramos de perfección. Tiene el cabello cobrizo como el de Evelyn y los ojos claros como los míos; piel de porcelana y una pequeña boquita roja como el cerezo. No puedo dejar de mirarla. Es preciosa, nuestro pequeño gran milagro, la prueba de la existencia de Dios…Nos tomó un tiempo conseguir que Evelyn quedara embarazada, tuvieron que intervenirla quirúrgicamente para que pudiera concebir; tenía un problema derivado de su primer embarazo.Recuerdo el día exacto que supimos que Amber venía en camino. Esa mañana, Evelyn se levantó antes que yo y me despertó diciendo que tenía hambre, que quería que le hiciera huevos revueltos. Me levanté y nos fuimos a la cocina. Ella se sentó tras la barra mientras yo cocinaba. Apenas eché los huevos al sartén, se cubrió la boca, corrió al baño y vomitó con fuertes arcadas. Estuve a su lado todo el tiempo y la ayudé a
Nathan Evelyn y yo estamos en la sala de espera del consultorio de su ginecóloga, pidió una cita para realizarse una ecografía y saber así si está o no embarazada. Los dos nos sentimos nerviosos y ansiosos, es una situación difícil en más de un sentido. Apenas pude pegar un ojo anoche pensando en cómo será nuestra relación si ella está esperando un hijo de Giancarlo. Es un tema sensible para los dos. Tengo suficientes razones para odiar a Giancarlo, drogó y llevó a Evelyn al borde de la muerte, además, es posible que se haya aprovechado de su estado de vulnerabilidad para tener relaciones con ella. Que él sea mi hijo complica todo aún más. No lo conozco, no fui parte de su vida, mas lleva mi sangre, vino de mí, existe por mí y no es algo que pueda ignorar. No había considerado tener hijos hasta que conocí a Evelyn. Siempre fui muy cuidadoso cuando mantenía relaciones con cualquier mujer, era consciente de que los preservativos no eran 100% confiables. No lo sabía cuando estuve co
NathanNathanSu voz se oye como un eco lejano, pero sé que es ella, es Evelyn. No podría confundirla con nadie más, la llevo grabada en mi alma. Me dice que regrese, que me ama, que me perdona. Llora. Sus lágrimas caen sobre mí como una lluvia. Por más que quiero consolarla, decirle que no llore, que también la amo, las palabras no me salen. Mis párpados se sienten pesados, como puertas blindadas, al igual que el resto de mi cuerpo. Estoy atrapado dentro de mí, sin poder moverme o decir algo.Me esfuerzo por pronunciar su nombre, lo intento una y otra vez hasta que la letra “E” se escapa de mis labios con un susurro áspero.—¿Nathan? ¿Nathan, has dicho algo? —pregunta Evelyn tocándome la cara, con voz llorosa y sorprendida.—E… E… Eve… —pronuncio con dificultad, sintiendo la garganta seca y dolorida. Todo es tan confuso y extraño. Mis extremidades cosquillean, como electricidad corriendo debajo de mi piel.—¡Oh, Dios mío! ¡Has despertado! ¡Lo has hecho! —proclama a viva voz, riendo y
EvelynA pesar de que la intervención de Nathan fue exitosa, el médico recomendó que se le indujera en un estado de coma que le permitiera recuperarse mejor. Hoy lo trasladarán a la unidad de cuidados intermedios, después de pasar tres días en la unidad de cuidados intensivos. Al fin me dejarán verlo. Siento que he esperado una eternidad.Collette y Anette llegaron hace dos días, las dos estaban tan angustiadas que no supe qué decirles cuando las vi. Todo lo que hice fue llorar. Han sido días difíciles, llenos de tensión y zozobra. Ellas no saben toda la versión de la historia, les conté solo lo necesario. Les hablé de Filipo Rizzo, el responsable del estado de salud de Nathan, y de cómo terminó abatido por el fuego cruzado que él mismo inició.—¡Oh, Dios mío! —pronuncio impresionada cuando veo a Nathan. Aunque la enfermera me advirtió de su apariencia, se quedó muy corta con su descripción. Su rostro está tan golpeado que apenas distingo que es él. No tenía idea de cuánto lo habían l
Evelyn Hace diez minutos, Sebastian y Simon salieron del hotel con destino al lugar donde tienen a Nathan, donde se reunirían con un equipo táctico que se haría cargo de su rescate. El contacto de Sergei llamó para avisar que dieron con su ubicación gracias a una llamada anónima que hicieron a la policía, y que puso en alerta a todas las agencias internacionales contra el crimen organizado que buscaba a Filipo Rizzo. Aunque insistí con que me dejaran ir con ellos, los dos se negaron de forma rotunda, pensaron que era demasiado peligroso. No sé con qué se pueden encontrar, ese hombre es peligroso y no dudará en defenderse si se ve amenazado. Ruego que ninguno salga lastimado, que recuperen a Nathan y esta pesadilla termine. Me muevo de un lado al otro a través de la habitación sin poder estar quieta. Necesito mi veneno, un par de pastillas que me ayuden a calmarme. Nunca lo deseé tanto como ahora. Estoy echa un desastre, al borde de la desesperación. —Eve, cálmate. Toda esa angu
Nathan Filipo Rizzo llega acompañado de cuatro escoltas, altos y corpulentos, que exudan peligro por los poros. Se quedan detrás de él mientras su jefe se acerca a mí, observándome con escrutinio y desprecio; sus ojos son oscuros y siniestros, y su mirada fulminante. Imaginé a un hombre mayor, regordete y de baja estatura. Filipo es todo lo contrario, debe rondar los cincuenta y tantos años, su complexión es delgada y su estatura supera el promedio. Usa un traje gris oscuro de diseñador, hecho a la medida; no lleva corbata y dos de los botones de su camisa blanca están desabrochados, dándole un aspecto informal. —Nathan Müller —sisea con acritud, deteniéndose a un metro de mí—. No estaba seguro de lo que iba a hacer contigo hasta que vi una fotografía tuya de cuando eras más joven. ¡Qué pequeño es el maldito mundo! —expresa con el rostro contorsionado de furia—. Pensé que era una jodida coincidencia, pero luego comprobé que mis sospechas eran ciertas, que di en el puto clavo. —¿De
Último capítulo