Me costaba trabajo asimilar todo, pero me gustaba. Eso de esperarlo cuando volvía, lo de cenar juntos, lo de dormir con Massimo. Me estaba convirtiendo en una ama de casa. El único problema era Isabella y que no podía acercarme a ella por más que lo intentara. Siempre terminábamos discutiendo.
No eran puros celos por el padre, directamente me odiaba. Alessandro se partía de la risa, todo para él era una broma. Y yo me ponía más loca.
—No sé cómo llegar a esa mocosa chiflada —le dije en la sala.
—Te preocupas demasiado, Victoria. Es una etapa, se le va a pasar.
—No me parece. Me odia.
—¿Sabes qué es lo mejor? —preguntó, inclinándose hacia un costado— Cómo lo padece Massimo. Te digo, le hace escenas peor que si fuera la esposa.
—No es chistoso.
—Ya va a crecer y se le va a pasar. En cuanto se enamore de algún bobo se olvida de todo.
Hacía rato que quería preguntarle. No Massimo, a él.
—¿Qué pasó con la madre de Isabella? —dije y se puso serio.
—¿Él no te dijo nada?
—No —negué con la cab