Algo pasaba entre ellos, estaba segura. Por semanas papá no la sacó a ningún lado y apenas se hablaban. Parecía que se le estaba yendo la emoción de tenerla en casa. Mejor.
—No es parte de esta familia —le dije a Bianca con rabia, por teléfono—. Papá la trajo de un burdel, y ahora se pasea como si fuera la reina de la casa.
—Lo sé, querida, lo sé —respondió despacio—. Y tú y yo sabemos que no puede quedarse. No solo porque te roba a tu padre, sino porque le quita la credibilidad que Massimo necesita.
—¿En serio?
—Por supuesto, tu padre merece a alguien de su mundo. Alguien que sepa cómo manejarse en esta vida. No a esa jovencita que lo hace pasar vergüenza cada vez que está con él. Y tú mereces recuperar a tu papá.
—Hace días que casi ni se hablan. Ojalá se vaya de una vez.
—¿No se hablan? ¿Por qué?
—No lo sé. Es lo que veo. Seguro hizo algo que a papá no le gustó.
En casa, nadie me hablaba de mi mamá. Yo tampoco preguntaba, pero a veces tenía curiosidad. Bianca me decía algunas cosas