JULIA RODRÍGUEZ
Había llegado a este país sin nada más que la esperanza, ahora me iría con las manos igual de vacías y el corazón roto. Había perdido más de lo que había ganado, y sentía que tenía que salir de aquí antes de que me arrebataran lo poco que me quedaba de cordura.
Arrastré mi maleta por la acera, me gustaría decir que, con la mente en blanco, pero en realidad estaba repasando mi vida al lado de Matthew. ¿Había algo que atesorar en mi memoria o todo se debía de ir a la basura?
Quien olvida su pasado tiende a repetirlo, así que me quedaría con esos momentos de soberbia, su menosprecio y la manera tan indiferente de tratarme. Entre más profundo doliera, más fácil me sería darle la espalda.
Cansada de arrastrar mi maleta por la calle, sin dirección y sin motivación, me detuve observando el mundo a mi alrededor, no se había detenido, no tenía que hacerlo, no le importaba, la vida seguía, estuviera lista o no. Alcé la mirada para ver como las nubes negras se cernían sobre la