JULIA RODRÍGUEZ
Saqué arrastrando mi maleta de la habitación. Matthew no había regresado en toda la noche y no tenía que ser muy inteligente para saber con quien la había pasado. Sentí un retortijón en el estómago de imaginármelo tocando a Shanon de la misma manera que me tocaba a mí, o peor aún, tocándola con el amor que nunca me tuvo.
Me quité el anillo del dedo, recordando brevemente ese momento en el altar, el primero y el último donde me sentí verdaderamente feliz al lado de él, donde creí que mi vida daría un giro para mejor. Qué equivocada estaba.
Dejé el anillo sobre su almohada. Había pensado dejar una nota de despedida, pero… ¿tenía sentido? De seguro ni siquiera la leería y terminaría en la basura.
Eché un último vistazo a la habitación que habíamos compartido por tantos años. No se veía diferente. Mi presencia no había dejado huella en su vida, mucho menos en su lecho. Si yo me iba o me quedaba, no había gran diferencia, por lo menos no para él.
Bajé las escaleras con