JULIA RODRÍGUEZ
Saqué arrastrando mi maleta de la habitación. Matthew no había regresado en toda la noche y no tenía que ser muy inteligente para saber con quien la había pasado. Sentí un retortijón en el estómago de imaginármelo tocando a Shanon de la misma manera que me tocaba a mí, o peor aún, tocándola con el amor que nunca me tuvo.
Me quité el anillo del dedo, recordando brevemente ese momento en el altar, el primero y el último donde me sentí verdaderamente feliz al lado de él, donde creí que mi vida daría un giro para mejor. Qué equivocada estaba.
Dejé el anillo sobre su almohada. Había pensado dejar una nota de despedida, pero… ¿tenía sentido? De seguro ni siquiera la leería y terminaría en la basura.
Eché un último vistazo a la habitación que habíamos compartido por tantos años. No se veía diferente. Mi presencia no había dejado huella en su vida, mucho menos en su lecho. Si yo me iba o me quedaba, no había gran diferencia, por lo menos no para él.
Bajé las escaleras con melancolía y en completo silencio. No tuve intención de corresponder a las miradas curiosas de la servidumbre, solo quería irme, seguir con mi vida y dejar atrás todo lo que había vivido aquí.
—¿Señora Grayson? —preguntó una de las sirvientas, acercándose con mirada apenada y triste—. ¿A dónde va? ¿Quiere que el chofer la lleve a algún lado?
Negué con la cabeza y suspiré cansada.
—No será necesario… —Intenté sonreír, pero me dolió en el fondo del corazón.
Seguí mi camino hasta que de nuevo escuché otra voz, más firme que la anterior.
—Señora Grayson… ¿Se puede saber a dónde va con esa maleta? —preguntó el mayordomo, un hombre entrado en años con mirada pesada.
—Ya no soy la señora Grayson —contesté creyendo que sería suficiente para que me ignoraran.
—El señor Grayson no nos ha informado de ese cambio —agregó dando un paso hacia mí—. Por favor, manténgase en la sala mientras me comunico con él. ¿Desea que le preparemos un té para calmar los nervios?
—No necesito un té. —Giré hacia él y lo vi directamente a los ojos—. Necesito irme de aquí. Si vas a llamar a tu jefe, solo te pido que me des veinte minutos de ventaja, por los viejos tiempos. ¿Qué dices?
Tanto él como la sirvienta se vieron por un momento a los ojos, con duda. No esperé su respuesta, pero sí esa última cortesía.
Atravesé las puertas, lista para abandonar esa miserable vida y comenzar otra que parecía aún más miserable.
***
MATTHEW GRAYSON
Por mucho que quisiera concentrarme en el trabajo, no podía dejar de darle vueltas a la ausencia de Julia y el asunto del divorcio. Cuando llegara a casa me aseguraría de que entendiera que él único que decide si esto se acaba soy yo.
—¡Matt! Tienes que probar este café —dijo Shanon atravesando la puerta de mi oficina sin siquiera tocar, levantando dos vasos en alto con orgullo—. Nada que ver con el asqueroso café que de seguro te trae tu secretaria.
Dejó mi vaso frente a mí y lo tomé con recelo. Lo olfateé dándome cuenta de que era alguna clase de combinación extraña rebajada con leche y lleno de azúcar. Sin pensarlo dos veces lo tiré a la basura.
—Negro y sin azúcar, es así como lo tomo, lo sabrías si me conocieras mejor —siseé sin siquiera levantar la mirada hacia ella. Cada segundo que pasaba sin saber nada de Julia me ponía más iracundo.
—L-lo siento… supongo que he estado mucho tiempo fuera —contestó empequeñecida, haciéndome sentir culpable—. ¿Estás bien? Pareces tenso. ¿Qué ocurre?
Suspiré cansado y cuando estaba a punto de pedir disculpas por mi comportamiento, mi teléfono vibró, llamaban desde la mansión.
—¡¿Julia?! ¡¿Dónde carajos…?! —No terminé de reclamar cuando escuché la voz cascada de mi mayordomo.
—La señora Grayson se fue, señor —dijo temeroso de mi reacción.
—¿Qué? —pregunté escéptico, creyendo que la noticia no me estaba afectando, hasta que noté mi puño sobre el escritorio, tan apretado que los nudillos se me pusieron blancos.
—Dijo algo sobre… ya no ser la señora Grayson. No sabemos a dónde se fue. No quiso que el chofer la llevara a donde fuera que se dirigía. —Sin esperar más explicaciones, colgué.
Julia iba en serio con sus amenazas. No solo estaba haciendo un berrinche, no solo estaba llamando mi atención. ¡¿Qué carajos le pasaba?! ¡¿No le había dado todo lo que una mujer de su nivel hubiera querido?! ¡Tenía dinero, estatus, un trabajo estable, vivía en una mansión y se acostaba con uno de los millonarios más codiciados del país! ¡¿Qué más quería?! ¡¿Por qué siempre parecía tener esa maldita mirada miserable en los ojos?! Si hubiera querido un elefante, lo hubiera podido tener en el jardín. ¡No le faltó nada a esa ingrata!
Lleno de ira salí de la oficina, ignorando las preguntas de Shanon mientras le marcaba a mi abogado. En cuanto respondió la llamada, antes de que siquiera preguntara, yo respondí:
—Se fue… —dije con los dientes tan apretados que sentí que se me romperían—. Julia se fue.
Entré al elevador y antes de que se cerraran las puertas vi la mirada confundida de Shanon.
—El documento está firmado, Matt… así que, no necesitamos su presencia. Ya que renunció a todos los bienes, no hay motivo para que esté presente —contestó mi abogado con actitud cansada, como si el tema ya fuera algo tedioso para él—. Solo necesito que firmes la solicitud de divorcio y yo la llevaré a la notaría para que se haga válida…
—No firmaré nada —contesté mientras mi cuerpo se volvía una explosión de furia. Quería patear y golpear lo primero que se me atravesara en el camino.
—Oye… entiendo que te gusta tener el control, pero…
—¡No tiene motivos para querer divorciarse! ¡Ninguno! ¡Tiene todo! ¡Dinero, comodidades, sexo! ¡¿Qué más necesita?! —grité furioso entrando a mi auto, iría directo a la mansión, como si ir al último lugar donde estuvo fuera el punto exacto donde debería comenzar mi búsqueda—. No nos divorciaremos y ella no irá a ningún lado. Es mi esposa.
—Mira… sus motivos debe de tener… —agregó mi abogado queriendo calmar la situación, pero solo me irritaba más.
—No me importa si los tiene o no. No la dejaré ir… —y con el rugido del motor de mi auto, no solo terminé la llamada, sino salí del estacionamiento, directamente hacia la mansión. Listo para mover cielo, mar y tierra para encontrarla y traerla de regreso.
Señor idiota, ¡no se engañe más! ¡la amas!