JULIA RODRÍGUEZ
Liliana ni siquiera les dio tiempo a los guardias de voltear, simplemente salió corriendo en cuanto abrió la puerta. Fue un milagro que no se tropezara con las pantuflas que golpeaban sueltas contra el piso con cada zancada que daba. Cuando me asomé, la vi alejarse, sujetando la bata con firmeza de la retaguardia. Lo que parecía un plan para darme tiempo, no tenía por qué volverse una humillación pública para ella.
Salí a hurtadillas, aprovechando que todas las miradas estaban sobre ella. Incluso enfermeras y doctores se habían quedado estáticos a medio pasillo sin saber qué hacer. Me moví como un fantasma, fingiendo naturalidad mientras echaba un vistazo en cada puerta abierta de cada habitación, buscando con insistencia a Matt, preocupada, pero al mismo tiempo ansiosa por volverlo a ver. Mi corazón se aceleraba conforme más avanzaba y mis manos sudaban.
Entonces llegué a la única puerta que estaba cerrada. No había nada que me asegurara que Matt estaba dentro, solo