NARRADO POR TEO
No se movía.
Sus párpados temblaban, casi imperceptibles, como si algo dentro de ella siguiera huyendo. Como si la caída aún no hubiera terminado del todo.
No la había soltado desde que llegamos al hospital. Ni cuando la acostaron. Ni cuando preguntaron si era su pareja y asentí sin pensar. ¿Qué otra cosa podía decir?
¿Amigo?
¿Responsable de su caída?
¿El idiota que no puede dejar de mirarla aunque no diga una sola palabra?
Ahora, con las luces tenues de la habitación y el bip constante de la máquina marcando su pulso, me preguntaba cómo habíamos llegado acá. Cómo fue que una caminata terminó con su cuerpo envuelto en vendas y mis manos temblando sobre las suyas.
Me incliné hacia ella. Había despertado hace unos minutos, pero no hablaba. Nunca hablaba. Ni siquiera con los ojos todavía.
—Estás bien —le murmuré. No sé por qué. No podía oírme.
Sus párpados se levantaron lentamente. Vi sus ojos. Lúcidos. Dolidos.
Y también… distintos.
Me apretó los dedos con la mano vendad