La sala de conferencia estaba envuelta en una tención grande. Sebastián sostenía los documentos que Fabio había mostrado, con la cara pálida. El nombre de su padre aparecía, una y otra vez, en transacciones ilegales, como representante de empresas pantallas. Como era posible, no podía ser. Su padre no estaba involucrado, en esa red de maldad.

—No… No puede ser, — murmuró Sebastián —. No, mi padre…

Isabella se acercó lentamente, colocó su brazo sobre el hombro, y con el otro, lo abrazó susurrándole al oído—:

—¡A veces, lo que parece una traición…! ¡Solo es un disfraz, o un montaje más, arriesgado de sacrificios! Tal vez solo este infiltrado para atacarlos desde adentro no te pongas triste ni te desesperes, él pronto vendrá y nos dará una explicación. Solo recuerda. Yo confío en él. Haz tú lo mismo. Ahora no necesita de nuestra desconfianza.

En ese instante, Vanessa los interrumpió desde el fondo de la sala, mientras revisaba una línea de códigos encriptados.

—¡Esperen un momento