Max rió un poco por eso, pero nada que le diera verdadera gracia.
Luego palmeó su brazo y se fue, mirando la puerta entreabierta del apartamento, pensando en la noche que la joven Liliana quizás le daría a un hombre que no se veía con ánimos de discutir.
Adam entró a su piso y cerró la puerta detrás suyo. Se fue quitando el resto de sus prendas, zapatos, medias, la corbata, y sosteniéndolas en su mano junto con la chaqueta que recogía de la silla, se dirigió a su habitación. Se detuvo en seco un instante al encontrar a Liliana sentada sobre su cama.
Suspiró, le había dicho que le esperara en la sala y no obedeció.
Se dirigió al baño. La joven se levantó y lo siguió. Recostó su cuerpo bajo el marco de la puerta y lo observó, ya él estaba sin camisa, y procedía a lavarse la cara y cepillar sus dientes.
—Nunca te había visto así de bebido, ¿qué está pasando? ¿Pasó algo malo en el bufete?
Él no respondió.
—No me has dicho qué haces aquí —prefirió decir él.
Ella se acercó a la ancha