Primer domingo II.
El tacón de Anya resonaba sobre el mármol. No tenía apuro y mucho menos interés.
Caminaba desinteresada, ajena a la vida misma, pero con pasos medidos, para no dar la idea equivocada a Edward; no le demostraría de ninguna manera, que tenía oportunidad con ella.
Edward la seguía desde atrás y él sí que estaba emocionado por la idea de pasar su primer domingo con Anya, pero no dijo nada. Simplemente sonreía. Y Anya, sentía su mirada en su nuca, esos ojos oscuros penetrantes que parecían vigilarla todo el tiempo.
El auto negro esperaba frente a la puerta principal con el motor encendido.
La puerta del jardín ya estaba abierta, pero aún así, Anya se seguía sintiendo encerrada.
Cuando cruzó la puerta de salida, el aire fresco golpeó su rostro. Ella disfrutó la sensación, era la primera vez en lo que parecían años, que inhalaba el aire puro y refrescante de Londres.
Durante semanas había deseado ese momento, una salida de aquel infierno, salir al mundo más allá de las paredes blindad