¡Jefe, nos enamoramos!

¡Jefe, nos enamoramos! ES

Romántica
andreyflor  Completo
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10
5 Reseñas
226Capítulos
12.5Kleídos
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Resumen
Índice

Maya Seati es una recién graduada en una de las universidades de Nueva York en la carrera de hotelería y turismo. Es soltera, carismática, pero seria cuando debe serlo, joven, muy atenta. Y con una mejor amiga encantadora que comparte su misma personalidad. Además de compartir el trabajo, claro está. Cuando su amiga trabaja como recepcionista del Livende, ella es nada más ni nada menos que la secretaria y mano derecha del dueño y jefe de todas las sucursales de esa cadena de hoteles. Maximiliano D'Angelo. El ser más carismático y amable existiendo en la tierra. Un gran jefe. Un hombre inigualable. Sonrisa deslumbrante. Mirada hipnotizante, mohines simpáticos. Sencillamente encantador. Viene a la par y le lleva trece años adelante, porque su señor en jefe ya ronda los cuarenta años. Y como toda toda Nueva York dice, no los aparenta. Maya Seati tendrá que enfrentar el obstáculo de pensar de otra manera a su jefe tan encantador cuando terminar por compartir las primeras copas. Unos cambios llegan de súbito. Puesto que su jefe y ella han compartido penas que sin querer, lo han unido más que antes. Quizás, ya de otra forma. Maximiliano también tendrá que dar razón a sus sentimientos una vez que estos empiecen a florecer. ¿Qué pasará cuando se acerquen los obstáculos y ellos dos tendrán que sobreponerse a ellos? Quizás, algunos de los dos tendrá que decidir.

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carmen villalba
me gusto linda historia
2024-06-02 11:37:40
1
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Lorena Ramirez Morales
Buenas noches cada cuánto actualizan y más o menos cuántos capítulos tendrá la historia
2023-03-31 11:47:24
2
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Rulitos Vargas
Muy buena historia, me encanta
2023-03-14 21:14:10
5
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Yajaira Peinado
Maravillosa historia, la remiendo
2023-03-11 09:51:37
3
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Redrosess
muy divertida
2023-03-09 10:39:13
3
226 chapters
1. Primeras copas
Es el sonido de la música lo que se intensifica mediante da otro pasos más. El alrededor ciñe cada uno de sus poros porque se mezcla el ruido, el olor a cigarro, el olor al mismo alcohol que de todos los tipos hacen que aquella multitud continúe avivandose. Avivandose ella también. Al llegar pide los tragos. Una botella entera de tequila y otra de brandy.Se sienta y empieza a peinarse. Dentro de la barra se nota un espejo.Una vez que dejar de estar pendiente del bartender, se atreve a girarse.No cree que alguien más pueda estar acompañándola, justamente en ese lugar, justamente a su lado.Dos segundos pasan cuando, sin embargo, se paraliza. De inmediato queda prendada de la conmoción y se sutura todo pensamiento. No hay otro lugar que ver. Hubiese sido más decente habérselo encontrado en la parada de la calle o en un parque, pero que se lo encontrara en un bar, con media botella del propio tequila en su vestido y oliendo a cigarro, se siente más que intimidada poco. Sus ojos am
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2. Un día en el Livende.
«Horas antes» ¡De momento pasa una cuenta regresiva! Por ahí va transitando, en medio del caos puesto sobre los adoquines de la calle principal en la avenida estatal de Nueva York. Una vez más tiene que alzar las bolsas que apenas había comprado en la tienda de dos cuadras más detrás. Piensa en cómo la hora se había pasado, los panes se han enfriado y el tacón de punta se ha roto. Y ella con las bolsas al aire, pide permiso y maniobra en la cera y entre toda esa gente. —¡Permiso, señora! —exclama justo al tener frente una vista para nada favorable de una mujer hablando por teléfono. Vuelve a entornar los ojos—. ¡Permiso, señora! —¡Discúlpame! —la mujer se da vuelta. Ella abre los ojos y señala con lo mismo las bolsas. —¡Señora! Déjeme pasar, ¿No ha visto que el semáforo ya está…? Y la mujer mirándola de arriba hacia abajo se ha girado sin tener la decencia de seguirle el habla. A lo que ella le hace bajar las bolsas y abrir la boca. Una vez más no quiere llamarla, sino que, coje
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3. ¡Ruborizada!
—¡Maya, nena!Quien la abraza se separa de inmediato al oírla sonreír. Y exclama nuevamente. —Apenas le he avisado a mi hermano de que vendría. Y sé que todo el día de hoy estará ocupado, ¡no te pedí cita! —Giovanna, nena, buenos días —reiteradamente la abraza. Pero el ascensor da una alarma y las dos tienen que entrar de inmediato. Despidiéndose de Jenny al otro lado en la recepción, más metida en los asuntos que ya los huéspedes buscan por ser cumplidos y también alzando la mano para hacerla al cabo de un momento propia de su despedida, entran las dos mujeres.—Supongo que ya sabes por qué estoy aquí —la jovencita se quita su sombrero y entonces le da un momento a solas para pensar en su respuesta, y Maya, la mujer ahora con zapatillas baja, niega rápidamente. —¿Cómo voy a saberlo, señorita? —un deje preocupante le hace sonreír a la joven que ya sostiene una sonrisa.—Para ya; claro que sí lo sabes —ella se carcajea y después suspira—. Ya me han aceptado en la universidad, Maya.
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4. Maximiliano D'Angelo
La secretaria entonces se endereza de súbito y se le forma un balbuceo casi al instante. —¡Señorita! La jovencita se carcajea y empieza a teclear su teléfono. —Sólo bromeo, descuida…De igual manera se abraza a los papeles y la contempla un momento, parpadeando. ¿Su jefe…? Ella aclara con un rotundo no. Y se negando, se dirige a la otra puerta. —Le avisare a su hermano, señorita. Espere sólo un momento. Pero Giovanna la mira y se vuelve a reír, un tanto prendida por lo que ha dicho. Y la mujer baja los hombros, sonriendo y entonces resignada porque los ojos juveniles de la joven la hicieron desentenderse de aquel pensamiento. Entonces la mujer ahora teniendo los papeles y el cabello recogido va caminando hacia las oficinas principales, un tanto desorientada entonces por la situación que debe mantener al hotel inmersa en murmullos y consideraciones meramente como cotilleos. Cuando ya la recepción para una boda parecía haberse concretado, los invitados estaban seleccionados, el b
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5. ¿Todavía ruborizada?
Un segundo después se aleja del ventanal y consigue notarlo con un mohín no precisamente triste. Le parece que incluso no es él quien tiene a todo el hotel hablando marañas. Sin embargo, su jefe toma una pluma y sentándose frente a su escritorio, se dirige hacia ella: —Maya, pero si pareces haberte asustado con lo que te he dicho. Si quieres, siéntate y toma tu café, esperemos a que baje el sol de esta mañana para revisar todo lo que hace falta ¿te parece bien? Los ojos ambarinos de la mujer resplandecientes se fijan en él un momento. Y cuando termine por sonreirle, alejando toda la confusion e incomodidad, asiente con calma. Mueve el cuerpo en dirección suya, puesto que se había alejado para tomar unos cuantos papeles más, y se pone por último frente a su escritorio.—Por supuesto, señor. —Apenas llegué hace una hora, pero no te encontré aquí. No encontré mi capuchino. Entonces dice, con una voz muy suave, casi sonriendo. La mujer se vuelve a erguir y entonces no dura más en co
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6. Un bombón
6. Un bombón. —¿Y por qué yo me ruborizaría? No es que sea una mala broma.—¡Ah, Maya! ¿Si has visto al hombre con el que trabajas, verdad? Ella alza una ceja.—¿Pero de qué hablas? —¡Bonita sosa! ¿Viste que eres una sosa? Su compañera al frente arruga el ceño.—Pues, yo aún no te comprendo. —El señor Maximiliano es un bombón, ¿De acuerdo? Es un completo bombón. Quizás no lo veas así porque seguro no es tu tipo. Pero para ser un hombre con esa edad, aunque no lo creas él sigue viéndose todavía como un bombón. —¿Ah? ¿Es que has fantaseado con tu propio jefe?—Sí lo he hecho, pero no con el señor Maximiliano. Mi aprecio va mucho más allá. Él es tan amable, y tan buena onda. Maya, ¿No lo notas? —Es un gran hombre, por supuesto —menciona. —¿Lo ves? Es totalmente un sueño. Rico, guapo, gentil, con una sonrisa preciosa y una mirada de punta. Quizás podría darle una abofeteada a esa mujer por no haberlo aceptado. Pero aquí entre nos, Maya, no se importa cuán lindo seas, si la persona
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7. Inesperada llamada
7. Inespereda llamada.—Deja de decir eso. ¿Cómo puede verle la cara después de pensar así de él? —No lo entiendes. Una mujer puede aparentar que no le gusta alguien. Y no es que me guste mi jefe, pero simpatiza fantasear con sus lindos ojos —Jenny se mantiene riendo con ella—. Sólo bromeo. Pero igual el señor Maximiliano es muy guapo. Un hombre maduro muy guapo. Adoro ya esas canas que le están saliendo, ¡Y no aparenta su edad! Aparento yo más que él, y tengo veintisiete.—Si tú aparentas más edad, igual yo —Maya bebe un poco más de su frío café.—Tenemos que broncearnos, Maya. Sin duda debemos ir de vacaciones. ¿Mañana es viernes? ¡Salgamos mañana! —¿Mañana, Jenny? ¿No tienes que hacer algo el sábado? —Eh, sí —carraspea—. Pero eso qué tiene que ver. Yo lo único que quiero es tomar un par de tragos, bailar. Quizás nos quite el estrés que nos dejó diciembre. —De acuerdo, querida. Cuenta conmigo. —¡Quién sabe, Maya! Si conoces a alguien que por fin que te haga sentir en el cielo.
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8. En el mismo lugar
En el mismo lugar Una sonrisa plena entonces aparece en los labios suyos. Se pasa el teléfono al otro oído y mira la bonita vista que también le entrega su apartamento, que estaba frente a un parque, aún con las luces de navidad. Apenas diciembre se había marchado.—Tengo guardadas las cuentas por pagar. Quizás eso ayude, pero deberé buscarle según usted me indique la corporación.—Sí, eso servirá sin duda. Maya entonces se pone a su computador y escucha una respiración muy lenta. No puede contenerse en decir:—Debe estar cansado.A la par se escucha un eco de una risa muy baja. —Un poco, sí. —Descuide, esto será muy rápido. —Maya…—menciona el señor D’Angelo en el otro lado y ella responde—. Pásamelos todos a mi correo, no te preocupes. Lo haré yo. —No, señor. Ya estamos los dos en esto. No se escucha respuesta y ella siente de repente haber dicho algo malo. Y se endereza. —Señor D'Angelo.—Sí, aquí estoy.Ha respondido al instante. Y ella se infunde en un alivio, quizás no
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9. Pena compartida
9. Pena compartida Qué más daría la vida o qué otro revuelo podría dar entonces la plenitud con la que ahora siente dentro de ella. Mirándolo de aquella manera, sin poder creérselo, ida por aquel encanto que le anuncia sin siquiera pensarlo, de manera súbdita, casi inasequible. Oliendo a cigarro y tequila, en medio de un bar en el centro de Nueva York, soltera desde hace dos años y con su propio jefe al frente, entonces, ¿cuáles son los pensamientos de Maya Seati en estos momentos? Maya vuelve a sentarse. Le genera ya simpatía la situación. La música al fondo, los sonidos de la gente empezándose hacerse menos bullosa en ese momento, el olor del alcohol y ella con el olor a su cigarrillo, hace que el ambiente deje de ser formal en su totalidad.—No es que me lo encuentre todos los días, en un lugar como este…—tantea la mesa de madera y asiente—. Supongo que está con el señor Robert. Pero no se preocupe, sólo he venido a llevar unos tragos a Jenny que ya debe estar muy metida en sus a
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10. Pasado de copas
10. Pasado de copas. —Tengo una tía de Colombia. Y otra que vive en Jerusalén. Sé español y sé algo de hebreo, señor. —No me digas —comenta, emocionado por saberlo. Su jefe entonces no parece un hombre ya maduro y solo se ven rastros de una sonrisa juvenil—. Y yo ni lo sabía. ¿Lo ves, Maya? —Porque no me lo preguntó. —Eso no estaba en tu currículum, cuando lo vi…hace ya tanto tiempo —y susurra. Maya esnifa para cuando tiene la mirada puesta en todo su rostro, brillante y hacia ella—. ¿Por qué secretaria? No supe entonces por qué, pero sé que te especializas en turismo y hotelería, ¿No es así? —Sí, señor. Vi la oportunidad de empezar a ver cómo es todo en este mundo. —¿Y qué te ha parecido? —Evoluciona siempre. Las personas siempre quieren algo nuevo, buscan lo novedoso. La atención excepcional. —Todo el tiempo es así; y pasa con todo el mundo en todos los aspectos, Maya. Te impresionarás si llegas a ver qué tanto pasa de querer algo una persona a otra cosa. De dejar de amar al
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