3. ¡Ruborizada!

—¡Maya, nena!

Quien la abraza se separa de inmediato al oírla sonreír. Y exclama nuevamente. 

—Apenas le he avisado a mi hermano de que vendría. Y sé que todo el día de hoy estará ocupado, ¡no te pedí cita! 

—Giovanna, nena, buenos días —reiteradamente la abraza. Pero el ascensor da una alarma y las dos tienen que entrar de inmediato. Despidiéndose de Jenny al otro lado en la recepción, más metida en los asuntos que ya los huéspedes buscan por ser cumplidos y también alzando la mano para hacerla al cabo de un momento propia de su despedida, entran las dos mujeres.

—Supongo que ya sabes por qué estoy aquí —la jovencita se quita su sombrero y entonces le da un momento a solas para pensar en su respuesta, y Maya, la mujer ahora con zapatillas baja, niega rápidamente. 

—¿Cómo voy a saberlo, señorita? —un deje preocupante le hace sonreír a la joven que ya sostiene una sonrisa.

—Para ya; claro que sí lo sabes —ella se carcajea y después suspira—. Ya me han aceptado en la universidad, Maya. He venido a decirle a mi Maxi.

La mujer toma las bolsas y se respinga de sobremanera, una hilera de sorpresa se embarca en sus facciones llamativas, dentro de sus ojos ambarinos, el fleco bajándole al lado de sus ojos y consiguiendo hacerle ver una mirada triunfal hacia ella. 

—¡Ven y dame un abrazo! 

La joven tomando su gorro se apresura a ella y se ríen las dos. 

—Qué felicidad, señorita D’Angelo. Estoy tan feliz por usted. 

—¡Basta, Maya! No me trates de usted, tutéame, ¡venga! Yo no soy tu jefe, y soy menor que tú —la joven se aleja cuando finalmente llegan al piso—. No soy yo tu jefe.

Se deja pasar a quienes trabajaban en el lugar, con un típico DNI con el respectivo nombre del hotel, el nombre suyo y los números de su pasaporte, y se apartan ya del ascensor exclusivo y para la línea de carácter autorizado. El lugar donde quedan las oficinas de administración del hotel, la seguridad y en la parte superior, el último piso, las instalaciones supervisadas del hermano de la jovencita a su lado, y quien, valga la redundancia, es para quien ella trabajaba desde hace un año y cinco meses. 

—Debe saber que para mí es muy incorrecto tratarla de esa manera. 

Le dice la mujer una vez que pasan por el largo pasillo con la gerencia del hotel, dentro de sus cubículos y alzando la vista para darle los buenos días a la jovencita. Que ella responde con amabilidad también. Al mirar la puerta cristalina ella toma el pomo y  deja pasar primero a la joven Giovanna, que la mira rodando los ojos. 

—¿Qué? ¿Cuántos años tienes? Apenas me llevas seis, por favor, Maya —ella finalmente se siente en la gran sala de recepción para mirar sobre la mañana de Nueva York y sus allegados. El hotel tiene grandes vistas. 

—De igual manera, señorita.

Es lo que dice, y con suma delicadeza deja las bolsas en la mesa justo al lado.

—Tengo diecinueve, Maya. 

La sonrisa de la mujer se deja ver y aprieta las mejillas. 

—Volviendo a su tema, señorita. Me alegra tanto que haya podido obtener esa gran oportunidad. Escuché que apostó a la arquitectura, entonces qué maravilla la que cayó en usted. Desde ahora empieza una gran añoranza.  

—Quizás pueda apostar por acá primero —menciona Giovanna, engatusada por las palabras de la mujer—. No sé si lo sabías…pero mi hermano me ha ofrecido comenzar en la otra agencia, la del Manhattan.

—Válgame, señorita. No puedo estar más que contenta —acercándose le toma las manos y las aprieta. Siendo un poco más alta que la joven, le mira esos ojos verdes iguales e idénticos al  propio señor que debe aguardar por esos lados—. Su hermano estará orgulloso con esta noticia, no debe esperar en contársela. 

—¡Sé que lo estará! —la joven asiente, sonriendo. Y de pronto, chasquea los labios—. Pero, es que no sé si a él le parezca hablar de eso ahora…no sé si ya lo sabes, Maya, mi hermano seguro debe estar pendiente de otros asuntos…los asuntos que tenía, bueno… 

—Apenas me he enterado de eso, señorita D’Angelo. Y en tal caso que al señor, su hermano, no quiera hablar del tema entonces no estamos hablando de la misma persona. Cuando se trata de usted, no dudo que nada será más importante. 

—¿Tú crees? ¿No estará…?

—No le responderé a eso porque no lo sé. Pero sin duda, créame, se alegrará de verla aquí.

—Ay, Maya. Me siento tan mal…esto ha sido tan impredecible. Nos ha caído tan mal a todos, seguro tú ya lo has sabido en los periódicos, ¿No? Está por todos lados. Quieren hacer quedar a mi hermano como si él fuese el causante. ¿Ya leíste esa parte? 

La mujer tose y mueve la mirada hacia otro lugar. 

—No —ella miente desvergonzadamente. No se siente bien diciendo que si lo había leído, pero de otra editorial, en donde decía que el señor Maximiliano fue incluso, el causante de una infidelidad. Quiere cambiar de tema—. No creo que ahora al señor le guste hablar de eso…

Giovanna se sienta en el sofá y bufa.

—Sí, tienes razón…

—Lo que puede usted hacer es estar ahora a su lado, ya sabe usted que dicen que una ruptura amorosa es irreparable, y más aún cuando —balbucea, en realidad era un tema incómodo ahora para hablar—…casi se consumía en matrimonio… 

—Ni lo menciones —se lleva una mano hacia los audífonos para dejarlos en el sofá—. Debe estar destrozado, Maya…él en serio quería a Diana. Pero no creo que él fuese de esa índole, engañarla. Mi hermano no es un hombre cruel, no lo es, Maya. Créeme. 

—Y le creo, señorita…—la mujer pronuncia con rapidez—. El señor D’Angelo es una gran persona, en todos los aspectos. 

Giovanna la mira de repente y suspira. Hay algo en sus ojos que la hacen ponerse alerta.

—¿Sabes algo, Maya? 

De pronto ha dicho, y la mujer deja los papeles dentro del cajón, mirándola entonces. Y dice, gratamente. Su sonrisa es sin duda sincera. 

—Mi hermano debe tener a una mujer igual que tú a su lado.

Maya Seati siente las mejillas tan calientes de pronto. ¿Qué es lo qué ha dicho? ¡Está ruborizada como nunca antes! 

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo