Cayendo en la trampa: Un heredero para la familia Feldman
Él estaba ahí. Imponente. Alto, de cuerpo esculpido, cabello oscuro como la noche y una mirada que atravesaba. No tenía nada que ver con el anciano que había imaginado.
—Se-señor Feldman… —balbuceé.
—Sí. Soy Damián Feldman Jr. ¿Cómo estás?
Por un segundo, todo dentro de mí se sacudió. Viéndolo desde esa perspectiva, casarme con Damián no parecía una idea tan descabellada. Era el tipo de hombre que cualquier mujer —con la cabeza en su sitio o no— desearía. Y entonces, mi interior cambió. El temor se transformó en confusión...
—Señor Feldman —dije, recuperando la compostura—, quisiera decirle que estoy bien, pero no lo estoy. He leído los acuerdos que usted firmó con mi padre y vengo a decirle que estoy dispuesta a pagar la deuda de mi familia… pero no casándome con usted.
Damián dio dos pasos hacia mí, su expresión se volvió aún más seria, más fría.
—Creo que está equivocada, señorita Manson. Yo no firmé esos acuerdos. —Su mirada se clavó en la mía desarmándome de inmediato. —Es mi padre quien quiere casarse con usted.
De una oficina contigua emergió un hombre mayor, de expresión sombría, pasos pesados y un bastón en mano. Su sola presencia heló el ambiente.
—¿Qué…? —susurré, retrocediendo un poco al verlo.
—Señorita Manson —dijo con voz grave mientras se acercaba, sus ojos penetrantes y hambrientos me escudriñaban como si ya me poseyera.
No. No podía ser real. Aquello tenía que ser una broma cruel. No había forma de que alguien pretendiera forzarme a casarme con ese hombre. Con ese anciano.