La AMBROSÍA del alfa
En el grimorio de Anastasia, decía que la palabra «AMBROSIA» se podía referir a tres cosas:
1: Un postre dulce.
2: Un aroma delicioso.
3: Un alimento sagrado enviado por y para los dioses, deliciosa, sagrada; la miel que los mantenían bellos y jóvenes... y que estaban prohibidas para las almas mortales, o corrompidas.
Y cualquiera de esas definiciones estaba bien, creía ella, porque representaba a la perfección su relación con Heldran: Dulce, deliciosa y... prohibida.
Y lo último también estaba bien, porque Heldran era un dios: Bello, elegante, tan guapo como inteligente, un hombre con todas las virtudes habidas y por haber... y aunque sonara impresionante lo recién mencionado, para Anastasia, lo más importante era que él siempre había estado ahí, para ella.
Desde el momento que pisó la mansión donde se alojaba el alfa (jefe de la manada Luna Strangers), y su heredero, que la aceptó en poco tiempo —no antes de pasar una enemistad trágica —como parte de su manada. Anastasia entró en una clase de conflicto porque, aunque le gustara la idea de tener una familia, no le gustó que el hombre que la veía como su hermana —pensaba ella —su loba lo reclamaba como suyo.
Ellos crecieron como hermanos, pero realmente no lo son. Así que Anastasia piensa que comer un poco de la miel que le ofrecía Heldran, no le haría daño a nadie... sin embargo, a ella se le olvida que la ambrosía no está hecha para las almas corrompidas, de que comerla traerá consecuencias lamentables, pero era demasiado tarde para ambos cuando se enteraron de los terribles orígenes de mantener una Ambrosía en secreto, que tarde o temprano saldrá a la luz.