Tragedia en las Manadas
En el día de mi cumpleaños, mi compañero, Daniel González, celebró su boda en la iglesia... con su primer amor.
Cuando lo confronté, él simplemente dijo:
—Victoria fue envenenada con acónito. Solo quise cumplirle su último deseo. No lo entiendes, nos estás juzgando mal. ¿Tú sabes si te fui infiel o no?
Él sabía perfectamente que, para salvarle la vida, había sacrificado mi alma de loba. Desde entonces, habíamos perdido el vínculo del alma entre compañeros y me había convertido en una simple humana, inútil dentro de la manada.
No lloré, ni hice escándalo. Solo pedí una cita con la chamana para interrumpir mi embarazo.
Después, me fui de aquella casa. Le dejé a Daniel una carta de despedida... y un regalo de divorcio.
Pero, sin saber por qué, ese hombre que siempre me había despreciado… empezó a buscarme como un loco.