Por Pupy
Estaba acomodando los últimos números y algunas estrategias de ventas que se las iba a mandar al sector de marketing cuando me pareció escuchar alguna discusión.
Presté atención, estaba por cerrar la puerta de mi oficina, mi hermana insistió en que la blindara.
También está blindada, aunque nadie lo sabe, la puerta doble, que da acceso al pasillo que desemboca a mi oficina.
Supongo que Sandy exagera.
Por esa razón no distinguía que estaba sucediendo.
Un mensaje de Kika en mi celular, que no llegué a leer.
Escucho que se abre esa puerta doble y me tranquilicé al escuchar la voz de Nicoll.
- ¿Tanto te costó abrir la puerta?
Sin duda era esa desagradable voz, no sé en qué momento me pareció que era atractiva.
Nicoll era locutora, en realidad se había recibido de locutora después de nuestro matrimonio, no sé cuánto pagó por ese título.
Nunca trabajó de locutora ni de nada.
Se dedica a viajar, a almorzar con sus amigas, otras mujeres vacías y huecas de nuestra sociedad.
-No entendiste que no tengo porqué pedirte dos veces lo mismo.
No sé con quién estaba hablando.
-No sabés quién soy yo, vos sos solamente una empleaducha que, si yo chasqueo los dedos, te quedás sin trabajo y terminás limpiando pisos.
Al parecer, en lugar de entrar a decirme algo que no debía ser nada lindo, se entretuvo para humillar a alguna empleada, tal vez con el único propósito de hacerla llorar y descargar su frustración.
-Sos nueva acá ¡Debés ser la última adquisición de mi marido! Un don nadie, que por unas monedas te crees superior.
- ¿De verdad piensa que todas las mujeres nos vendemos?
Escucho la voz de Emma, contestándole a Nicoll.
No sé con qué intenciones vino mi esposa, pero sé que luego de enfrentarse con Emma, va a estar más furiosa.
-Otra cosa, no me creo superior, es evidente de que lo soy.
- ¡Mocosa insolente! Pupy se va a enterar de que me faltaste el respeto ¿Te creés superior a mí?
- ¡Suelteme!
No sé qué le estará haciendo, pero Nicolle estaba fuera de control.
Veremos cómo se defendía Emma.
La situación era divertida, casi épica, porque me imaginaba a Nicoll, incrédula por la contestación de Emma.
Un segundo después, aparecieron las dos frente a mí.
Mi esposa sostenía con fuerza, el brazo de Emma.
- ¡Despedí a esta mocosa!
Fue lo primero que dijo Nicoll.
-Soltala.
Le dije con voz firme.
- ¿Qué?
-Que la sueltes, lo escuchaste bien.
Nicoll la soltó, con los ojos abiertos y la cara roja de indignación.
- ¡No lo puedo creer! ¡Tenés que echarla!
Vi la sonrisa burlona de Emma y mi esposa desvió su mirada hacía ella.
- ¿Encima te reís? ¿Son cómplices? ¿Son amantes?
-Señora, ya le dije, yo no tengo amantes, y que sea joven y hermosa, eso no significa que sea la querida de alguien, soy lo suficientemente inteligente para valerme por mí misma.
- ¿Quién pensás que sos?
-Una empleada que no tiene por qué soportar maltratos de nadie y si no se calma, la demando y le cuento, que soy abogada, ahora, o se disculpa o la demando.
-Nadie va a creer en vos y tengo a mi marido de testigo, que yo no hice nada.
La sonrisa de Emma se acrecentó al igual que su aplomo.
-Al tener la piel sensible, sus dedos quedaron marcados en mi brazo
-No podés probar nada.
-Se olvida que hay cámaras de seguridad, que son inalterables.
Nicoll estaba descompuesta, nadie se le había enfrentado así, menos con la altura de Emma, que nunca perdió la compostura.
Parecía que ella siempre era dueña de cualquier situación.
-Estoy esperando que se disculpe.
-Disculpate.
Le dije a Nicoll.
- ¿Qué?
-Basta, ya disculpate.
Nicoll, con un odio que destilaba por cada uno de sus poros, se dio cuenta de que se tenía que disculpar.
-Yo… perdón…
Dijo en voz baja.
-No la disculpo.
Le contestó con insolencia y siguió hablando,
-Sin embargo, con ese perdón, evitó que la demande, solamente porque me tengo un buen día, permiso, sigo trabajando.
Sin esperar que le conteste, se alejó con seguridad, no pude evitar que mi mirada la recorra entera.
-Parecés un cavernícola, siempre rodeado de mujeres sin dignidad a las que tenés gracias a tus millones, es inadmisible y humillante.
Me reí y luego entendí que mi risa era casi una confesión.
-Esa es tu opinión, ves a una mujer que a vos te parece bella y hacés un escándalo, sos celosa e insegura.
-Al contrario, soy una mujer segura, todo el mundo admira mi belleza y mi clase.
-Sos frívola y en realidad ni siquiera te importaría si yo tuviera una amante y con esto no estoy diciendo que la tenga.
Mientras tanto, vi desde mi computadora, que Emma cerraba la segunda puerta, no se había quedado para escuchar, aunque quizás había caminado un poco más lento que de costumbre.
Emma me demostraba continuamente que ella no era una mujer más, que se enfrentaba a quién tenía delante.
Cierta admiración crecía en mí, pero a la vez, me gustaría redoblar mi apuesta.
La voz de mi esposa me sacó de mis pensamientos.
-Me importa, ya estoy harta de mirar para otro lado, anoche, en un evento, dos modelos estaban hablando de vos y hasta discutían entre ellas.
Malditas estúpidas, les aclaré que no me nombren.
-No sé de qué estás hablando, anoche cuando llegué a casa vos no estabas y por eso terminé cenando con Santiago.
Le di vuelta la acusación.
Sabías que estaba el lanzamiento del perfume que sacó la conductora de moda que me encanta y que nos había llegado la invitación, no siquiera te molestaste en acompañarme.
-Esos eventos son cosas de mujeres, no puedo perder tiempo en tonterías.
-Sin embargo, cuando Grace Obban tiene alguna presentación personal, la acompañás.
-Eso fueron dos eventos solamente y no la acompañaba a ella, nosotros éramos los patrocinadores.
Me defiendo como puedo, creo que estoy sacando todas las pelotas, pero las tiro al córner, no las despejo limpiamente.
-Grace Obban tuvo unas palabras con Odri García.
-No sé quién es Odri Garcia.
Dije con cara de piedra.
-No soy estúpida.
-Nicoll, ya estoy harto de tu desconfianza, recién agrediste a una empleada y eso es inaceptable, la joven es abogada y puede hundirnos.
-No se va a atrever, es solo una empleada.
Yo sabía que Emma no era solo una empleada, de eso no tenía pruebas, pero tampoco tenía dudas.
Había algo en ella que la hacía distinta, no era cualquier empleada y no era cualquier mujer.
Todo en Emma gritaba que era distinta a las demás y es vedad que su comportamiento, muchas veces me irritaba y me gustaría dominarla… en todos los sentidos.
-Por ser una empleada, tenés que tratarla como se merece, no como un felpudo.
-Tus palabras confirman que ustedes tienen algo.
-No seas ridícula, jamás hubo un intercambio cercano entre ella y yo, pese a que trabaja en mi sector.
-Tu sector es toda la empresa.
-Mi sector es la gerencia de ventas.
Hubo un silencio, que interrumpió mi esposa.
-Vine para decirte que ayer dos modelos se enfrentaron por vos y cuando las escuché, las puse en su lugar.
- ¿Qué?
-Me uní a su conversación y me presenté como tu esposa.
-Si hacés algún escándalo quedás como una mujer celosa e inestable, tal como lo hiciste recién.
-Recién no había testigos.
Nicoll no era ingenua, ella sabía que yo navegaba en otros mares.
También sabía que, si nos divorciábamos, no le tocaba nada de mi imperio.
El contrato prematrimonial que firmamos no tenía puntos ciegos ni vulnerabilidades.
Nicoll solamente recibiría por única vez una suma considerable, todo hubiera cambiado si hubiésemos tenido hijos, pero en un principio pospusimos ese acontecimiento, luego cuando ella presintió mis infidelidades, pensó que era mejor encontrarse siempre bella y espectacular para que mi interés no se desvaneciera, más adelante, sugirió tener descendencia, temiendo que yo le propusiera divorciarme y de esa manera se aseguraba varios millones.
Me negué a tener hijos con ella, a la distancia que existía entre nosotros, se le sumaba el rechazo cada vez más profundo que me fue provocando con el tiempo.
Posiblemente Nicoll sabía que de nuestro matrimonio ya no quedaba nada.
Apenas hacía reclamos, por eso me sorprendió el escándalo de hoy.
Por sus posteriores palabras me di cuenta de que estaba superada porque anoche, en ese evento, se debe haber sentido humillada.
Me casé enamorado, pero el amor se desvaneció en el primer semestre de matrimonio.
Hace dos años conocí a Grace Obban y creí que ella sí, era un verdadero amor, Grace era una modelo en ascenso y yo impulsé su carrera, tanto que la patrociné hasta ponerla en el podio para ser Miss Argentina.
Terminó ganado esa competencia, es verdaderamente hermosa, elegante, sexi, tenía unos ojos azules intensos, un cabello oscuro y brilloso que resaltaba su belleza, me volvió loco por un tiempo relativamente largo.
Por eso no firmó ningún documento.
Creo que es la mujer que más me atrajo en mi vida, aunque yo sabía perfectamente que, si yo sería un pobre diablo sin un peso, el amor que decía sentir por mí, se desvanecería en dos días.
Tengo dinero y con eso puedo comprar su amor.
Al correr de los meses, ella me exigió que me separe, quería más de mí, y cuanto más presionaba, más me alejaba.
No iba a dominarme.
Seguía sintiendo cosas por ella, la pasión existía, eso no lo negaba, pero la monotonía también alcanzó esa relación.
La seguía manteniendo, aunque hacía tiempo que ya tenía varios reemplazos.
Le exigí a Nicoll, que se tranquilizara.
-Andá a casa y pensá en tu comportamiento, no vas a avergonzarme.
-Pero…
-No tengo nada más que decir.
Le dije fríamente, mientras me volví a sentar y mi vista no la levanté de mi notebook.
Nicoll salió bufando de mi oficina.
Le abrí la segunda puerta y antes de que se cierre, escuché gritos, casi alaridos.
- ¿Qué hacés acá?
Era la voz de Nicoll.
Pensé que se había cruzado con Emma, que quizás vendría con algún documento.
Kika no levantaba el culo de la silla e hizo de Emma, su sirvienta personal, sin saber cómo yo disfrutaba de cada enfrentamiento con la bella rubia.
Por inercia, miré las cámaras de seguridad, aunque antes de fijar la vista en la imagen, escuché la voz de Grace.
- ¿Sorprendida?
Le contestó a mi esposa.
Detrás de ellas, un poco alejada, estaba Emma y parecía que la sonrisa, no le cabía en la cara.