Luego de pasar el trago amargo del enfrentamiento con Marina, recibí la llamada de Servicios Sociales, una trabajadora iría al día siguiente a inspeccionar el departamento de Julián, mi supuesto hogar.
Esa noche casi no dormí y por la mañana estaba muy ansiosa.
—Cálmese, Camila, todo saldrá bien —dijo Julián, al verme cambiar de lugar el florero con los lirios por décima vez.
Exhalé un par de veces, el corazón me latía en la boca, la mandíbula la sentía rígida.
—Creo que deberíamos tutearnos —dije—, no sería muy normal que me llamara usted frente a la trabajadora de Servicios Sociales.
—Tiene razón. Digo, tienes razón, mi amor —Julián me miró con una sonrisa dubitativa—. ¿Puedo llamarla mi amor?
No alcancé a responder porque el intercomunicador sonó. El portero anunciaba la llegada de la señora de Servicios Sociales. Mi corazón se disparó de inmediato.
—Siento que me voy a desmayar.
—Verás que todo saldrá bien. —Él apretó mi mano y me sonrió. Esa diminuta sonrisa empezaba a convertirs