Al otro lado de la línea, hubo un silencio breve, seguido de un suave suspiro que sonó casi a satisfacción.
—Vaya, vaya. El fiel Caleb parece haber encontrado consuelo en otro lugar. Después de todo, no es de extrañar, considerando el… clima gélido en vuestra lujosa celda.
—No es momento para tus juegos, Beatriz. —Suplicó Allison, sintiendo cómo las lágrimas de rabia e impotencia le nublaban la vista. —¿Qué hago? Tú… tú me enseñaste cómo atraerlo, cómo hacer que me deseara por encima de todo. Dime qué hago ahora. ¿Cómo recupero su atención?
Beatriz soltó una risa baja y cargada de malicia.
—Querida Allison, las reglas del juego han cambiado. Antes, eras la amante excitante, la tentación prohibida. Ahora eres la esposa problemática, la carga. La dinámica es completamente diferente y eso es tu culpa, tontita. —Respondió con ironía.
—Entonces, ¿qué? ¿Me rindo? ¿Le dejo que se vaya con otra? —La voz de Allison era un grito ahogado.
—Por supuesto que no. —La voz de Beatriz se volvió un sus