La primera luz del amanecer se filtraba tenuemente por las rendijas de las pesadas cortinas de la sala de descanso, pintando franjas doradas sobre el desorden de ropa y el cuerpo entrelazado de Lion y Olivia. Un silencio profundo, cargado de la pesadez del sueño y el eco de la tormenta pasada, reinaba en la habitación. Olivia despertó primero, su mente reconstruyendo lentamente los eventos de la noche: la fiesta, la desaparición de Lion, el encuentro febril en el pasillo, la posesión feroz y catártica contra la puerta. Se estremeció, no de frío, sino de la intensidad del recuerdo. Lion dormía a su lado, su respiración ahora regular y profunda, el brazo todavía poseyendo su cintura con una firmeza instintiva. La furia animal había cedido, reemplazada por una paz agotada.
Ese frágil momento de tranquilidad se hizo añicos de la manera más violenta.
La puerta de la habitación se abrió de golpe, estrellándose contra la pared con un estruendo que hizo que el corazón de Olivia diera un vuelc