(Narración en tercera persona)
El último rayo de sol se filtraba por los amplios ventanales de la academia, pintando las paredes recién pintadas de un dorado cálido. El aroma a madera nueva y pintura fresca se mezclaba con el suave perfume de las flores que decoraban la recepción. Olivia, exhausta, pero radiante, se dejó caer en el sofá de terciopelo azul que había elegido personalmente, hundiéndose en sus cojines como si fuera la primera vez en meses que permitía a su cuerpo descansar. A su lado, Karla se desplomó con una exageración cómica, lanzando los brazos al aire.
—¡Dios mío! Si me dicen que tengo que elegir otro tipo de iluminación o revisar un catálogo de instrumentos más, me desintegro. —Farfulló Karla seguido de un suspiro dramático.
Olivia carcajeó, su risa era cálida y genuina, la cual resonó en el espacio vacío de la academia. Hacía tiempo que no se reía así. Deborah, su representante, observó la escena con una sonrisa de satisfacción, apoyada contra el piano de cola que