La decisión de abrir el conocimiento fue como declarar una guerra por la paz. Samuel la denominó «Operación Diluvio»: una liberación controlada pero masiva de los principios fundamentales de la Cripta, aquellos con aplicaciones terapéuticas inequívocas y de bajo riesgo de mal uso. No publicarían los planos para un «Teatro de la Memoria», pero sí los cálculos para armonizar la acústica de un aula y reducir el estrés de los estudiantes. No darían la fórmula de la argamasa que absorbía gritos, pero sí las proporciones ideales de luz natural y espacios verdes para acelerar la recuperación hospitalaria.
Fue un trabajo frenético de curaduría, redacción y preparación legal. Olivia se convirtió en la voz pública del proyecto, dando entrevistas sobre la «democratización del bienestar ambiental». Lion manejó los contactos con instituciones académicas y sanitarias. Clara y Samuel fueron el cerebro operativo, seleccionando, simplificando y empaquetando cada «semilla» de conocimiento.
La reacción