La frustración tras la ceremonia de inauguración era de una calidad distinta. No era la impotencia bruta del Claroscuro, sino la irritación aguda de tener un dedo a punto de tocar algo que se retiraba en el último instante. Gabriel, en particular, hervía por dentro. La figura del muelle se había esfumado en la noche londinense, y la furgoneta había resultado ser robada y limpiada profesionalmente.
—No es un solo hombre—declaró en la reunión del día siguiente, su voz como hielo partido—. Es una cadena de suministro. Vance era el cliente, el hombre del muelle el logística, y el núcleo, el Artesano, está en algún lugar, probablemente ni siquiera en el Reino Unido. Operaciones por capas, como una organización de inteligencia.
Samuel asintió, sus ojos en los datos del rastreador fantasma.
—Concuerdo.Pero incluso las organizaciones tienen puntos únicos de fallo. La vanidad es uno. El hábito, otro. Capturamos el pulso de su conexión durante 4.7 segundos antes de que activara su contramedida.