La idea de Lion germinó durante setenta y dos horas de análisis febril. Si el Cartógrafo era un artista del espectáculo, sediento de revelar la hipocresía, entonces la trampa debía ser una obra maestra de la decepción verosímil. No bastaba con tenderle un señuelo; había que construir para él un espejismo completo, una grieta en la fachada de la Fundación Aurora que fuera tan irresistible como verídica.
Samuel dirigió la operación desde lo digital. Bautizaron el plan como «Proyecto Espejo Roto».
—La mentira debe estar sustentada por capas de verdad—explicó a los demás reunidos en la sala de control,ahora blindada contra cualquier pulso EMP—. Crearemos una filtración interna. Un descontento dentro de la Fundación, un empleado idealista desilusionado que decide exponer un supuesto lado oscuro de nuestra historia.
Gabriel se encargó de la verosimilitud física.
—Necesitamos una cara—dijo—.Un perfil creíble. Alguien con acceso bajo, pero con principios altos. Un técnico de sonido de los tal