La primavera en Londres es un estallido de vida que contrasta con la serenidad recién encontrada en el Claroscuro. Pero la paz, Lion y Olivia están aprendiendo, nunca es absoluta. Es una tregua, no un tratado perpetuo.
Una noche, un ruido los despierta. No es un ruido fuerte. Es el sonido metálico y sordo de una puerta de servicio siendo forzada, abajo, en las entrañas operativas de la Fundación Aurora. No es el área residencial, ni los espacios comunitarios. Es la sala de servidores de Samuel.
Lion se incorpora de un salto, el instinto de protección reactivándose al instante. Olivia ya está marcando en su teléfono el número directo de Gabriel, quien vive en un apartamento dentro del complejo. En cuestión de minutos, Gabriel está en su puerta, silencioso y alerta. Samuel, alertado por sus propios sistemas de intrusión, ya ha sellado digitalmente el núcleo del servidor principal, pero las cámaras muestran a una figura encapuchada, ágil, moviéndose entre las filas de máquinas. No parece