El otoño se infiltra en Londres con sus primeras brumas matinales y un frío que se adhiere a los huesos. En el apartamento de la Fundación, el silencio ha dejado de ser una presencia incómoda para convertirse en un habitante más. Lion y Olivia atraviesan los primeros meses verdaderamente a solas desde que Eliana nació. La ausencia de sus hijos no es un vacío, sino un espacio reconfigurado, lleno de ecos y de nuevas posibilidades que aún se atreven a explorar con cautela.

Los primeros días son los más difíciles. Lion se levanta a la hora habitual y, por inercia, se dirige al estudio que solía ser su oficina, solo para encontrarse con que no hay crisis que gestionar, ni decisiones urgentes que tomar. El correo electrónico del Consejo de la Red llega con resúmenes semanales, no con solicitudes de aprobación. La sensación es de desorientación. Olivia lo encuentra una mañana sentado frente al escritorio vacío, mirando la pantalla en blanco.

—¿Extrañas el fuego?—pregunta ella, apoyándose en