La grieta entre ellos se convirtió en un abismo silencioso que atravesaba cada habitación de la mansión. Lion, herido y reconcentrado en su fría eficiencia, dirigía la operación desde su estudio como un general distante. Olivia, consumida por la culpa y el agotamiento, se refugiaba en el ala de música, sus dedos acariciando el piano, pero sin producir sonido, como si el silencio fuera el único refugio de su verdad.
Fue en medio de esta tensión gélida cuando la bomba, por fin, mostró su cuenta regresiva final.
Una alerta roja parpadeó en la pantalla de Samuel, acompañada de un tono de alarma agudo y persistente que hizo que todos en la mansión se estremecieran. En el estudio de Lion, Gabriel se puso de pie de un salto.
—¡Lion!
Lion se acercó a la pantalla, su rostro era una máscara de horror contenido. Los datos de los sensores mostraban un incremento exponencial en la deformación de la columna noroeste del sótano. Un gráfico en forma de curva ascendente se disparaba hacia la zona roja