El Precio del Silencio
La mansión Winchester había absorbido el amanecer, pero ninguna luz parecía capaz de penetrar la oscuridad que se cernía sobre su ala este. En una sala de interrogatorios improvisada en lo que alguna vez fue una bodega de vinos, el aire era frío y olía a tierra, miedo y violencia latente. Lion, de pie frente a los dos encapuchados que habían sido capturados en la suite del hotel, era la encarnación misma de esa violencia contenida. Su traje de gala estaba manchado de sudor y algo más oscuro en los puños. Su rostro, era una máscara de impasibilidad tallada en granito, no reflejaba emoción alguna, pero sus ojos… sus ojos ardían con el fuego frío de un odio absoluto.
A su lado, Andrés observaba, imperturbable, con un dosier que contenía lo poco que sabían: nombres falsos, antecedentes de delitos menores, resistencia a la autoridad. Eran almas endurecidas por el sistema, insectos que creían conocer los límites del dolor y el miedo.
Olivia, a pesar de las súplicas de