—¿Por qué habría de temerle a ella? ¿Crees que el señor la valora de verdad? Si de veras le importara, no pondría a la hija ilegítima de los Saavedra a cargo de todo. ¡Está clarísimo que el señor piensa que esa muda vale menos que una simple bastarda!
—Bueno… visto así, tal vez tengas razón. —La otra muchacha se quedó pensativa un instante.
—Bah, ya veremos cuánto le dura la buena suerte a esa.
Desviando la conversación, la compañera comentó con un estremecimiento:
—Oye, hoy en la noche mejor durmamos juntas. Ese anciano murió de un modo muy raro… ¡me da miedo!
Pero la primera empleada no pudo contenerse y volvió a hablar de Gabriela:
—¿«Raro»? ¡Si fue culpa de la muda! Le trae mala suerte a todo el mundo. Si no, ¿cómo se explica que sus padres murieran de forma tan sospechosa? Y fue poner un pie en esta casa… y pum, don Eliseo se muere. Ahora la familia Saavedra está hecha pedazos, y todo por esa salada.
La otra chica guardó silencio. No coincidía con esas ideas.
Sabía que esa señora