82. LA CONVERSACIÓN EN EL INVERNADERO
Alessandro se queda mirándome de una manera muy extraña. Se pasa la lengua por los labios sin dejar de observarme, como si no pudiera creer que yo haya hecho eso. Yo también lo miro y trato de arreglar mi peluca, que se me torció un poco, para luego acariciar mis labios. Los siento muy hinchados y todavía tienen ese entumecimiento del beso.
Camino despacio hasta el sillón, me siento otra vez con el corazón latiendo aceleradamente. Y porque las rodillas no me sostienen, pienso que me va a dar algo. No sé si es del miedo o de lo que acabo de hacer. ¿Estás loca, Lilian? ¿Por qué diablos lo besaste de esa manera? ¿Qué esperabas lograr con ese beso? ¿Y si ahora quiere que sean otra cosa? ¡Por Dios, Lilian! ¿Cuándo vas a aprender a controlar tus impulsos? ¡Lo vives provocando y ahora vas y lo besas!
En ese momento, todavía sumida en el aturdimiento del beso, escucho unos pasos y risas que se acercan a donde estamos.
—Lili, señor Alessandro —se oye la voz de Luci alegremente—, ven, ma