83. LA TRAMPA DE MINETTI
Sentí que me estaba atrapando con una red invisible que no podía romper. Esa sonrisa suya no era simplemente burlona; era un recordatorio de su poder y de que el juego siempre estaba bajo su control. Aunque aparentara calma frente a mamá, yo iba descifrando cada palabra con cautela.
—Claro... —respondí, sintiendo que mi propia garganta iba cerrándose poco a poco.
Me enderecé y traté de adoptar el tono más convincente que pude para no provocar otra chispa de tensión. No quería enfrentarlo otra vez; aún podía sentir el calor frío de su amenaza anterior en mi piel.
—Muy noble de su parte, Alessandro; su esposa debe ser una gran mujer —respondió mi mamá inocentemente.
Mamá sonrió, ajena a la batalla silenciosa que se libraba entre nosotros. Su mirada se posó primero en Alessandro y luego en mí, sin sospechar nada de cómo cada palabra que salía de su boca se convertía para mí en una soga sobre mi cuello. Lo miro tratando de entender a dónde quiere llegar con eso que le está diciend