Capítulo — Palabras que hieren
Samuel cerró la puerta de la oficina con la carta de despido todavía en la mano. El papel pesaba como plomo, aunque eran apenas unas líneas. Respiró hondo, tragando la bronca, y caminó hasta su despacho. Sabía que no tenía nada más que hacer en ese hotel. Aunque sentía que le estaba fallando a Ernesto.
La oficina le pareció más vacía que nunca. Metió sus pocas pertenencias en una caja: un par de fotos de su madre, un bolígrafo que siempre usaba en las reuniones, una agenda gastada. Nada más. Todo lo que había construido en ese lugar quedaba reducido a un puñado de cosas sin valor.
Se sentó un momento, sacó un sobre nuevo y una hoja, y la llenó con palabras que le quemaban en el pecho. La letra firme, aunque temblorosa, fue desarmando la verdad que nunca quiso ocultar:
**“Señora Victoria Montaldo:
No quiero irme sin decirte lo que descubrí hace unos días.
Encontré una carta de mi madre, escrita antes de morir. En ella me confesó que Rogelio Dua